A estas horas, y a pesar de todo -incluidas las reservas que la Xunta pone al trazado por ahora virtual del AVE entre Ourense y Vigo-una cosa parece segura: que la Administración, aún con sus achaques, todavía ofrece a los ciudadanos una cierta seguridad de que termina lo que empieza. Cierto que casi nunca se sabe cuándo será, pero la certeza de que ocurrirá -salvo accidente judicial o catástrofe natural- la hace más fiable que quienes por turno democrático la personifican.

Es el caso, por ejemplo, de las obras públicas que, en Galicia. parecen sobrevivir hasta a la ministra de Fomento. Que ha hecho dos viajes casi consecutivos en quince días a este lado del Padornelo para -con la propaganda propia de vísperas electorales- inaugurar un par de tramos de la Autovía del Cantábrico. Ambos llevaban retraso, pero a Magdalena Álvarez eso le da igual: al fin y al cabo ya dijo que no da fechas o plazos "porque se le olvidan".

Sucede, claro, que ése, el de las fechas, es precisamente un dato clave para determinar hasta qué punto las inversiones se hacen cuando son más necesarias y las inauguraciones en su día. Y el rigor en los plazos incide sobre la importancia estratégica del conjunto y su incumplimiento provoca daños directos y efectos colaterales, entre ellos el lucro cesante. A la ministra eso no le importa -o, peor aún, lo desconoce- pero como salvo la oposición -y no siempre- nadie tiene aquí la dignidad de reprochárselo, pues a otra cosa mariposa.

Y no se trata, al señalarlo, de convocar al motín a la parte de esta sociedad que aún conserva cierta capacidad crítica, sino sencillamente recordar cómo están de verdad algunos de los asuntos a los que se lleva dando vueltas desde hace un lustro sin que a estas horas alguien pueda responder con un mínimo de rigor. Y, en concreto en lo que a Fomento respecta, aclarar qué quiere decir cuando habla de que "llegue" algo y de que "entre en servicio".

Lo del AVE es el ejemplo por antonomasia. Sobre el que unirá algún día Ferrol con Oporto el baile de contradicciones es tan grande y variopinto que en un país medianamente serio ya habría costado cabezas, o al menos lenguas; aquí no sólo no ha pasado eso, sino que a quienes más contribuyeron al pitorreo los han ascendido. Y en lo que se refiere a la alta velocidad entre Madrid y Galicia, es mucho peor: primero se habló de que estaría operativa en 2012, luego sólo que llegaría y ahora que quizá entre Ourense y Santiago. Es lo que hay.

Por eso se dice lo de la Administración, que viene a ser como la verdad de Galileo frente a las teorías oficiales: epur si muove. Es tan mastodóntica que cuando se pone en movimiento ya no se para salvo en los casos citados y a pesar de que en ella -y según la propia Xunta, lo que resulta especialmente extraño-. los hay que "no dan ni golpe". ¿No?