Ahora que unos celebran y otros conmemoran el sexto cumpleaños de la infeliz catástrofe del "Prestige", el Gobierno y sus dos oposiciones discuten si Galicia está mejor preparada que entonces para la eventualidad de un nuevo desastre. Debieran darse prisa en llegar a un acuerdo, porque -si las estadísticas no fallan-, la próxima marea negra está poco menos que al caer.

En realidad, la octava de las grandes calamidades marítimas que brearon las costas de este reino durante las tres últimas décadas tendría que haberse producido ya el pasado año. No se trata de profecía alguna, sino de la mera aplicación de la ley de probabilidades a la predicción de catástrofes marítimas en Galicia.

Basta un somero repaso a la reciente historia para observar que desde el hundimiento del "Polycommander" en la ría de Vigo allá por 1970 hasta el del "Prestige", 32 años después, fueron siete los buques cargados de petróleo o de venenos químicos hundidos frente a la ribera marítima de este país.

Al principio, los barcos que circulan por la autopista marítima de Galicia se iban a pique con una cadencia casi exacta. Tres años separan, en efecto, el desastre del "Polycommander" en 1970 del que sufrió el "Erkowitt" en 1973, el del "Urquiola" en 1976 y el del "Andros Patria" en 1979. Más irregulares a partir de entonces, las mareas negras y vertidos químicos comenzaron a espaciarse en el tiempo. Al hundimiento del "Cason" en 1987 le siguió el del "Mar Egeo" en 1992 y, diez años más tarde, el del "Prestige" que finalmente hizo saltar el hartazgo de la población gallega.

Siete grandes catástrofes en sólo tres décadas suponen un promedio de una marea negra cada cinco años, aproximadamente. De cumplirse con exactitud la regla, Galicia tendría que haber recibido ya una nueva descarga de chapapote el pasado año, cuando se cumplía el quinto aniversario de la última desgracia. Por fortuna, la aritmética de los desastres falló esta vez; pero sería temerario deducir de eso que la amenaza de la brea es ya sólo una pesadilla para el recuerdo.

Ninguna razón apoya ese optimismo. Miles de barcos cargados de petróleo, productos químicos y hasta residuos nucleares siguen circulando cada año por el corredor marítimo situado casi a tiro de piedra del litoral gallego.

Ese atajo que buques de todas las banderas toman para ahorrar tiempo y combustible ha acabado por convertirse en una autopista del mar lo bastante saturada de tráfico como para que de cuando en vez se produzcan colisiones entre naves. Si a ello se agregan los no infrecuentes temporales que azotan la costa, nada cuesta deducir que el naufragio de algún otro "Prestige" sea tan sólo cuestión de tiempo y azar.

Frente a esa perseverante amenaza, poco -por no decir nada- se ha hecho durante estos últimos seis años. El alejamiento del corredor marítimo fue vetado en su día por el Parlamento Europeo, del mismo modo que la vigilancia y detención de los buques potencialmente peligrosos pasó al olvido tan pronto el caso del "Prestige" dejó de hacer ruido en las teles.

Cierto es que fueron botados un par de buques anticontaminación y hasta se elaboraron dos planes de "contingencias marítimas". Ninguno de ellos indica, sin embargo, cuál debiera ser la reacción de la autoridad competente en el caso de que otro petrolero comenzase a zozobrar frente a las costas de Galicia como ocurrió con el "Prestige" hace seis años.

Por ignorarse, se ignora incluso si habría que enviarlo al quinto pino o darle refugio en algún puerto o ría del país. Mucho menos, naturalmente, cuáles serían esos lugares de abrigo si la desgraciada eventualidad llegara a producirse.

Ahora como entonces, el único dispositivo con el que contamos sigue siendo la brava marinería de Galicia que hace seis años salvó con sus propias manos el tesoro de las rías mientras el Gobierno estaba en Babia y la oposición sacaba tajada del asunto. No escarmentamos.

anxel@arrakis.es