Pues la verdad es que no suena nada mal, no señor, la idea ésa de la Consellería de Educación para implicar a los concellos en la lucha contra el fracaso escolar en aquellos casos en los que existan sospechas de que pueda deberse a causas de convivencia familiar. Cierto que supone una eficacia municipal a la hora de conocer las cosas que pasan en su ámbito que no siempre se da -o que se da más bien poco- pero aun así puede resultar elemento positivo para resolver, o paliar, en común un problema que afecta a todos, y por tanto merece apoyo.

Algunas voces, desde sectores concretos, han advertido sobre el riesgo de que recabar los datos que se precisen para determinar hasta qué punto la situación familiar merma las posibilidades escolares de un alumno o una alumna podrían, si no se actúa con prudencia, implica una invasión de la intimidad. Faceta delicada, en verdad, y que por tanto habrá de manejarse con especial cautela, pero que tiene cauces, por ejemplo a través de los sistemas de tutorías docentes, que pueden detectar, y tratar de corregir, asuntos de naturaleza especial..

En todo caso la señora conselleira Sánchez Piñón, política inteligente, discreta y capaz, acierta al aplicar en este tiempo aquel eslogan de "la imaginación al poder". Y sobre todo en asuntos en los que la sociedad se juega mucho y precisa de ideas nuevas para encontrar opciones aplicables; no parece que existan muchas dudas sobre la necesidad de atacar el fracaso escolar de un modo directo, respetuoso con los derechos individuales pero a la vez orientado a lograr la consecución del objetivo principal , que es obtener la mejor juventud posible.

Algunos observadores, quizá llevados por un cierto espíritu mercantil, podrían añadir que entre los deberes de un gobierno está el de gestionar con eficacia los recursos públicos y obtener de ellos el máximo rendimiento posible. Y desde ese prisma sería aceptable señalar que invertir en reducir el fracaso escolar es un modo razonable de mejorar lo que se gasta en formación académica y aprovechar bien los recursos; y como en ese esfuerzo todos han de ser bienvenidos, no sólo habría que implicar a los concellos sino a otras instituciones con recursos y capacidad.

Queda dicho que doña Laura está trabajando desde la óptica de los profesionales al servicio de un programa y unas líneas ideológicas, y que eso es legítimo, se compartan o no. Y, sin ánimo de adulaciones o loas babeantes, procede añadir que tal modo de actuar merece el respaldo no ya de sus compañeros de gabinete, sino incluso de quienes pueden beneficiarse del éxito de su gestión, que en este caso es el conjunto de la sociedad. Sobre todo si se plantean los programas desde la prudencia, desde la ciencia y desde la conciencia, que es por cierto lo que Santo Domingo de Silos exigía en un gobernante.

¿Eh...?