La selección rusa femenina de balonmano se proclamó por primera vez en su historia campeona olímpica tras imponerse ayer por 19-22 ante la de Francia, en una final de los Juegos de Río en la que la medallista de oro hizo valer su fortaleza defensiva.

Un triunfo que confirma la línea ascendente de un equipo, que ya el pasado año dejó unas excelentes sensaciones en el Mundial de Dinamarca, y que ayer se coronó en Río tras ser el único capaz de contar todos sus encuentros por victorias.

Las finales no se juegan, se ganan. Un dicho al que hoy tanto el preparador ruso Evgenii Trefilov como el técnico francés Olivier Krumbholz decidieron añadir una nueva coletilla, se ganan en defensa.

Y es que ambos entrenadores plantearon la final como una auténtica batalla defensiva en la que, por encima de cualquier otro objetivo, pareció primar el propósito de anular al ataque rival. La igualada puso a prueba la fortaleza mental del conjunto ruso, que con anterioridad había desaprovechado varias claras ocasiones su victoria, de la que salieron airosas las de Trefilov.

El podio lo completó Noruega, tras arrollar a Holanda por un contundente 36-26.