La primera noche de finales en la piscina olímpica de Río dejó tres récords del mundo y un par de duelos que serán recordados por los aficionados. El 400 libre masculino era una de las finales más abiertas con mucha gente en condiciones de pelear por el podio, pero sobre todo, la prueba que encerraba un contundente pique personal entre dos de los principales favoritos a la victoria. En la calle cinco nadaba el chino Sun Yang (24 años), vigente campeón olímpico de esta distancia y del 1.500 libre, un superdotado que ha construido su carrera bajo la sospecha de no competir con limpieza. A su lado, el australiano Mack Horton, una de las figuras emergentes de la natación. No se soportan, pero todo tiene un motivo.

Por la mañana, durante el calentamiento previo a las series de la prueba, Sun había salpicado a Mack (una manera habitual de saludarse) pero éste no le devolvió la cortesía. Cuando se le preguntó al 'aussie' el motivo en la zona mixta, su respuesta fue: "No tengo tiempo para dopados". Sun pidió una disculpa inmediata que no recibió.

En la final acabaron jugándose el título, después de que el británico James Guy intentara salvar su falta de potencia final con un ritmo endiablado. Era evidente que se jugaban algo más que las medallas, y fue Horton quien salió airoso por un margen estrechísimo: 13 centésimas. El bronce acabaría en manos del italiano Gabrielle Detti, lejos de los casi dos metros de sus compañeros de palmarés pero muy bravo y listo

En el podio, no hubo aplausos del australiano para el chino, un gesto habitual, pero sí se saludaron porque se trata de mantener las formas en público. Una ligera sonrisa y nada más. Yang sigue demandando una disculpa por parte del australiano, pero no parece Horton una persona a la que le guste dar pasos atrás. Hace tiempo que la natación ve con recelo a determinada gente. El chino Yang es uno de ellos.