El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, que lleva el timón de las reformas emprendidas en el país, dio ayer un salto adelante sin precedentes al ordenar una purga saldada con la detención de once príncipes, cuatro ministros y decenas de exministros. La purga afianza la posición de Bin Salman como inevitable heredero al trono del rey Salman bin Abdulaziz y como modernizador del país.

El príncipe es ahora el jefe de un comité anticorrupción cuya existencia solo se dio a conocer después de las detenciones. Se trata de un organismo con amplísimas competencias, facultado para investigar, emitir órdenes de arresto, ordenar restricciones de viaje y congelar activos. Su fundamento jurídico es un decreto real que vincula la pervivencia de "la patria saudí" a la "desaparición de la corrupción".

La macropurga coincide en Oriente Medio con varios incidentes cuyo trasfondo parecen ser las rivalidades crecientes entre Arabia Saudí e Irán, cabezas visibles de las dos principales ramas del islam. Por un lado, la dimisión el sábado del primer ministro libanés, Saad Hariri, quien aseguró temer que un atentado inspirado por Irán acabe con su vida. El grupo chií Hezbolá atribuyó ayer la renuncia a la "locura" saudí.

Por otro lado, el lanzamiento desde Yemen, también el sábado, de un misil contra Arabia Saudí fue interceptado cerca de la capital, Riad. El presidente de EE UU, Donald Trump, situó a Irán detrás del lanzamiento.