El presidente de EE UU, Donald Trump, sumó ayer su tercer escándalo en una semana al desvelar el diario "The New York Times" que el 15 de febrero presionó al todavía director del FBI, James Comey, para que dejase de investigar a su exconsejero de Seguridad Nacional, el general Mike Flynn, dimitido la víspera. El FBI investiga a Flynn en relación con la llamada conexión rusa. En la misma reunión, Trump habría pedido a Comey que estudiase la posibilidad de encarcelar a periodistas que publiquen información confidencial filtrada.

El segundo escándalo había llegado el lunes, cuando "The Washington Post" desveló que la pasada semana Trump compartió información confidencial con el ministro de Exteriores ruso en una reunión en la Casa Blanca. No solo eso. Los hechos fueron desmentidos por el consejero de Seguridad Nacional y el secretario de Estado, pero Trump los confirmó por su cuenta en un tuit, invocando su derecho a hacerlo.

El primer escándalo, la pasada semana, fue el cese del propio Comey por su investigación de la conexión rusa. La destitución provocó en EE UU una tormenta política que aún no ha cesado, y que ha recordado que el presidente Nixon cesó en 1973 al fiscal especial que investigaba el Watergate.

Flynn, a quien se atribuye un papel central en la "conexión rusa" del equipo de campaña de Trump, dimitió el 14 de febrero al desvelarse que había negado esos contactos al vicepresidente Pence, quien, fiándose de su palabra, los desmintió en público.

"Espero que puedas dejarlo pasar", dijo Trump a Comey al día siguiente de la dimisión, según un informe redactado tras el encuentro por el propio director del FBI, documento en el que "The New York Times" basa su acusación. Trump utilizó como argumentos que su exasesor es "un buen tipo" y que no había cometido ninguna irregularidad. Comey habría respondido: "Sí, es un buen tipo".

La reunión de Flynn con el embajador ruso, en la que habría comentado que Trump podría levantar las sanciones que acababa de imponer a Rusia el presidente Obama por su supuesta interferencia en la campaña presidencial, infringe las leyes de EE UU, que reservan cualquier acción de política exterior al Gobierno de la nación.

El presidente de la Cámara de Representantes de EE UU, el republicano Paul Ryan, indicó ayer que es "obvio" que hay gente que quiere "dañar" al presidente Trump con la filtración de documentos del exdirector del FBI.

"Es obvio que hay gente ahí fuera que quiere dañar al presidente Trump", aseguró Ryan en una breve comparecencia de prensa en el Capitolio al comentar las revelaciones de "The New York Times" .

Ryan adelantó que el Congreso convocará a Comey, cesado por Trump la pasada semana y quien lideraba la investigación del FBI para esclarecer los nexos entre funcionarios rusos y la campaña presidencial de Trump, para explicar lo sucedido y afirmó que su intención es "centrarse en los hechos".

En relación con las acusaciones a Trump de compartir información secreta con Rusia, el líder del Kremlin, Vladimir Putin, aseguró que "se está desarrollando una esquizofrenia política. De otra manera no puedo explicar esas acusaciones", dijo, y se ofreció a facilitar al Congreso de EE UU una transcripción de la reunión entre los dos dirigentes.