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El gobierno del presidente electo de EE UU

Trump escoge barras y estrellas

Doce multimillonarios y tres generales encabezan el gabinete sin precedentes con el que el magnate se dispone a liquidar el legado de la era Obama -Sanidad y Educación se perfilan como los grandes baluartes a privatizar

Trump escoge barras y estrellas

Barras, las que cruzan el símbolo del dólar, y estrellas, las que lucen los generales en sus hombreras, son los distintivos del gobierno que está conformando el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Un análisis somero de los nombres desgranados estos días revela que el magnate, azote del establishment en campaña, ha optado por prescindir en lo posible de los denostados políticos de Washington, pero no ha dudado en rodearse de multimillonarios de Wall Street.

Veamos algunas cifras. Al menos doce de los dieciséis hombres y cuatro mujeres escogidos hasta ahora tienen fortunas de más de 15 millones de dólares. A la cabeza, la candidata a secretaria de Educación, Betsy DeVos, con 5.400 millones. Unos 1.700 más que el propio Trump, a quien "Forbes" atribuye 3.700, pese a que él se jacta de rebasar los diez mil. En total, la fortuna del gabinete sería de unos 21.000 millones.

Como corolario previsible, el banco de inversiones Goldman Sachs, vivero de la Casa Blanca en presidencias tan dispares como la de Clinton o Bush hijo, aporta tres personas. Dos de ellas, el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, y el presidente del Consejo Económico Nacional, Gary Cohn, serán claves en la reducción de impuestos y en la desregulación de las finanzas, que deberán enlazar la presidencia de Trump con las de Reagan y los dos Bush.

En cuanto a los generales, son3. Dos de 4 estrellas y del aguerrido cuerpo de marines, y otro de 3 estrellas, forjado en inteligencia y operaciones especiales. Si se suma que el candidato a dirigir la CIA, Mike Pompeo, se formó en West Point y llegó a capitán antes de dedicarse a los negocios y se recuerda que el propio Trump pasó de los 13 a los 18 años en la Academia Militar de Nueva York, habrá que convenir que los galones van a tener peso en una Casa Blanca que anuncia mano dura contra el crimen, la inmigración y el terrorismo, además del giro geopolítico.

Al menos cuatro de los nominados tienen vínculos directos con la industria petrolera, en consonancia con la voluntad de Trump de desarrollar los combustibles fósiles y frenar el impulso dado por Obama a las energías renovables. No es de extrañar, pues, que en el gabinete abunden los negacionistas del cambio climático y que la Agencia de Medio Ambiente haya ido a manos de Scott Pruitt, un firme defensor del "fracking". Ni que el departamento de Estado haya recaído en el mandamás de la mayor petrolera de EE UU, Rex Tillerson, y el de Energía, en el exgobernador de Texas Rick Perry, vinculado al gas y a los hidrocarburos.

El petrolero Tillerson, que carece de cualquier tipo de experiencia pública, tiene una segunda faz, ya que está considerado persona de excelentes relaciones con el presidente ruso, Vladimir Putin. Lo mismo ocurre con el candidato a Comercio, el multimillonario Wilbur Ross -quien además actuará a fondo contra el librecambismo-, y, muy importante, con el Consejero de Seguridad Nacional, el general Flynn. Los tres plasman la voluntad de Trump de recomponer las relaciones con Rusia, muy degradadas por la crisis de Ucrania.

Otro frente que debe cerrar el magnate son sus malas relaciones con los republicanos, a los que, al menos sobre el papel, representa. De ahí que haya contado con ocho políticos de ese partido, empezando por su presidente, Reince Priebus, quien será su jefe de gabinete. Un dato poco aireado es que la nominada para Transporte, la política con más experiencia ejecutiva del grupo, Elaine Chao, está casada con el líder de la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell.

Las políticas de Trump, sean cuales sean al fin, se ejecutarán en un doble plano. Por un lado, en la cúpula de la fontanería, instalada en la Casa Blanca. Aquí es donde ha colocado a Priebus, para intentar que las siempre complejas relaciones entre el Presidente y los congresistas de su mismo color -en EE UU no hay voto imperativo- no acaben en un choque frontal. Otros dos fontaneros mayores son Steve Bannon, agitador de la llamada derecha alternativa (ultraderecha), quien como jefe de Estrategia debe satisfacer las expectativas de las escoradas bases, y el ya citado general Flynn. Como el resto del personal de la Casa Blanca, ambos están exentos de confirmación en el Senado.

La labor de Flynn es crucial. El cargo de Consejero de Seguridad Nacional -el que ocupaba Condoleeza Rice en el primer mandato de Bush hijo- fue creado por el general Eisenhower en los 50 -y reforzado por John Kennedy en los 60- para evitar conflictos entre departamentos. Flynn dirigirá el Consejo de Seguridad Nacional, que integrarán, además del propio Trump, el vicepresidente Pence y los secretarios de Estado y de Defensa.

De ahí, pues, emanarán las directrices diplomáticas y militares. Estas últimas tendrán un hilo conductor exclusivamente castrense, ya que Defensa, o sea el Pentágono, está en manos de otro general, James Mattis, por primera vez desde 1950. Lo mismo ocurre con Seguridad Nacional, departamento que no debe confundirse con el Consejo de igual nombre y que se ocupa de antiterrorismo, fronteras e inmigración. La CIA, en manos del capitán retirado Pompeo, y, sobre todo, la Fiscalía General, a cargo del "halcón" Jeff Sessions, completan está vía de actuación.

El segundo plano político es el de los departamentos, que despachan bilateralmente con el presidente, ya que en EE UU no hay propiamente un Consejo de Ministros. Aquí, el objetivo claro es acometer la demolición del legado de la era Obama, con la Sanidad y la Educación como grandes baluartes a privatizar. Y esa será la misión del cirujano ortopédico Tom Price, el mayor azote del "Obamacare", y de la multimillonaria DeVos, partidaria de cerrar las escuelas públicas y cambiar los salarios de los profesores por vales para acudir a establecimientos privados.

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