La presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, presentó ayer sus alegatos finales en el juicio político que le puede costar el cargo. Entre hoy y mañana, los 81 senadores votarán, bien para que la líder del Partido de los Trabajadores continúe al frente del país, bien para que la destitución sea efectiva. Rousseff, que por primera vez en todo el proceso se defendió en persona de las acusaciones que la han empujado al borde del "impeachment", acusó a su vez al Senado de "estar a un paso de concretar un verdadero golpe de Estado".

Rousseff sostuvo, además, que un cambio en la jefatura del Estado en un "régimen presidencialista" como el que rige en Brasil, solo puede ser hecho "por el pueblo y mediante elecciones" y no "mediante una ruptura democrática" como la que, en su opinión, puede decretar el Senado con una mayoría cualificada de dos tercios. La presidenta denunció "el gusto amargo y áspero de la injusticia" y avisó de que debían esperar de ella el "obsequioso silencio frente a los cobardes que pretenden atentar con el estado de derecho".

En un duro pero sereno discurso político, en el que también apeló a las emociones y en el que sólo por momentos se le quebró la voz, Rousseff insistió en su inocencia y aseguró que, en el ejercicio de su mandato, cumplió con rigor con el "compromiso de defender la Constitución".

Rousseff se defendió de los cargos que se le imputan, como haber incurrido en maniobras ilegales para "maquillar" los presupuestos. y reiteró que en todo el proceso ha sido "acusada injusta y arbitrariamente" para darle viabilidad a "un golpe" promovido por la elite política y económica.

Según la pupila del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva -presente en la cámara para escuchar el discurso de Rousseff- las acusaciones son meros "pretextos" para que se impongan políticas que "atentarán contra los derechos sociales" que los brasileños "conquistaron" desde 2003, cuando llegó al poder el Partido de los Trabajadores, dirigido entonces por su antecesor.

"La posibilidad del 'impeachment' se convirtió en un asunto central en la pauta política y de parte de la prensa apenas dos semanas después del inicio de mi segunda gestión", que comenzó en un "clima de permanente riesgo político provocado por la oposición", dijo Dilma Rousseff, quien afirmó que entonces comenzó a gestarse "el golpe".

La mandataria, suspendida de sus funciones desde el pasado mes de mayo, hizo también un repaso de su vida política. Encarcelada entre los años 1965 y 1968 por luchar contra la dictadura, Rousseff nunca ha escondido la marca de las torturas que sufrió en prisión. Y ayer tampoco. "La primera vez fui condenada por un tribunal de excepción y de ello quedó una foto en la que miro de frente a mis verdugos con la cabeza erguida, mientras ellos se escondían", recordó.

"Hoy no hay prisión ilegal, no hay tortura, mis jueces llegaron aquí por el mismo voto popular que me llevó a la Presidencia y les tengo el mayor respeto por eso, pero los sigo mirando con la cabeza erguida y sufro de nuevo con el sentimiento de injusticia y el recelo de la que democracia sea traicionada", declaró. También condenó el "machismo" que, en su opinión, "guía el proceso" y envió un mensaje de agradecimiento por el apoyo recibido de las brasileñas en su condición de "primera presidenta de este país.