El Papa Francisco ha sufrido un pequeño percance cuando daba comienzo la misa que ha celebrado en el santuario de la Virgen de Jasna Gora, en Czestochowa (Polonia), ante 300.000 personas. El Pontífice ha sufrido una caída, afortunadamente sin consecuencias.

Francisco tropezó y se fue al suelo, aunque rápidamente lo agarraron para evitar que se diera un golpe fuerte. Fue tan solo una anécdota en una ceremonia multitudinaria dentro de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Polonia.

El Pontífice argentino celebró una misa en el santuario de la llamada Virgen Negra, la más venerada por los católicos polacos y por Juan Pablo II, en la que se recordó los 1.050 años de la conversión al cristianismo de la nación polaca.

Antes de la celebración, Francisco visitó el santuario y se recogió en oración durante algunos minutos ante el icono bizantino que representa a la Virgen Negra.

En la homilía, que pronunció en italiano y que después traducía al polaco un sacerdote, Francisco comentó el pasaje bíblico de las bodas de Caná con el milagro la conversión del agua en vino, para reflexionar sobre que "el Señor no mantiene las distancias, sino que es cercano y concreto, que está en medio de nosotros y cuida de nosotros, sin decidir por nosotros y sin ocuparse de cuestiones de poder".

"Prefiere instalarse en lo pequeño, al contrario del hombre, que tiende a querer algo cada vez más grande", afirmó.

Y entonces denunció que "ser atraídos por el poder, por la grandeza y por la visibilidad es algo trágicamente humano, y es una gran tentación que busca infiltrarse por doquier; en cambio (hay que) darse a los demás, acortando distancias, viviendo en la pequeñez y colmando concretamente la cotidianidad".

El Señor "prefiere a los pequeños"

Jorge Bergoglio subrayó que el Señor "prefiere a los pequeños" porque "hablan su mismo idioma: el amor humilde que hace libres".

"Por eso llama a personas sencillas y disponibles para ser sus portavoces, y les confía la revelación de su nombre y los secretos de su corazón", señaló.

Y al respecto citó a los muchos polacos, "personas sencillas y también extraordinarias que han sabido dar testimonio del amor del Señor en medio de grandes pruebas" como san Juan Pablo II y santa Faustina Kowalska.

El Papa también mandó un mensaje a los hombres de la Iglesia y les recordó sus deberes: "Hay que escuchar, comprometernos y hacernos cercanos, compartiendo las alegrías y las fatigas de la gente, de manera que se transmita el Evangelio de la manera más coherente y que produce mayor fruto".

Puso como ejemplo la sencillez y humildad de María que, como en Caná, supo "detectar los momentos difíciles y solventarlos con discreción, eficacia y determinación. No es dueña ni protagonista, sino Madre y sierva".

En este santuario mariano, Francisco confió en la Virgen, "que lleva la paz en medio de la abundancia del pecado y de los sobresaltos de la historia", para "poder ser siervos buenos y fieles".