Tony Blair tomó la decisión de participar en la invasión de Irak, en 2003, sin haber agotado las "opciones pacíficas" y contando con una información de inteligencia "defectuosa" que "no se cuestionó y debió hacerse", y que presentó como ciertas pruebas "no justificadas" de la existencia de armas de destrucción masiva.

Son dos de las principales conclusiones a las que ha llegado el ex alto funcionario británico John Chilcot después de siete años de investigaciones, materializadas en el informe, presentado ayer, que lleva su nombre: 12 volúmenes y dos millones de palabras.

El trabajo encargado a Chilcot no tenía como fin procesar ni recomendar procesamientos, pero sus conclusiones no dejan lugar a dudas sobre el papel que le corresponde al ex primer ministro británico (1997-2007): la guerra "no era el último recurso" y, además, "se subestimaron las consecuencias" de la invasión, en la que Reino Unido participó con 30.000 soldados.

No se tuvieron en cuenta las "advertencias explícitas" al respecto y la planificación de la posguerra fue "totalmente inadecuada", agregó Chilcot en la presentación del informe en el centro de conferencias Queen Elizabeth II, a la que asistieron familiares de los 179 militares británicos caídos, que estudian medidas legales contra las personas que autorizaron la invasión.

Además, según informan los diarios "El País" y "El Mundo", el informe hace constar que Blair y el entonces jefe del Gobierno español José María Aznar pactaron en febrero de 2003, un mes antes de la invasión, una estrategia de comunicación para mostrar que "estaban haciendo todo lo posible para evitar la guerra".

Blair respondió al "informe Chilcot" dejando claro que asumía "toda la responsabilidad" por cualquier error cometido en la invasión, pero adujo que tomó la decisión "de buena fe".

"La información de inteligencia que se produjo en el momento de la guerra resultó ser errónea, y las consecuencias resultaron ser más hostiles, prolongadas y sangrientas de lo que habíamos imaginado", admitió Tony Blair en una comparecencia pública.

El primer ministro, el conservador David Cameron, señaló que todos los partidos, incluido el suyo, y los diputados que apoyaron la guerra, caso de él, tienen que asumir su responsabilidad. El líder laborista, Jeremy Corbyn, resaltó que la intervención fue un "acto de agresión militar" basado en un pretexto "falso".