El Gobierno griego inició ayer el desalojo forzoso del campo de refugiados de Idomeni, en la frontera con Macedonia, en el que se agolpaban unas 8.500 personas de las 50.000 que han quedado atrapadas en Grecia tras el cierre de la ruta balcánica. Se calcula que a lo largo de la jornada dejaron Idomeni unas 2.000 de las 12.000 personas que llegaron a hacinarse en el campo. Lo hicieron en autobuses dirigidos a centros para refugiados situados en el norte del país. La operación se prolongará entre ocho y diez días, según fuentes oficiales helenas.

Hasta el mediodía habían salido 25 autobuses del campamento, con alrededor de 1.200 refugiados abordo. "Nuestro objetivo es trasladar a todos los que consigan empaquetar sus pertenencias hoy", explicó ayer el portavoz del Gobierno para los Refugiados, Yorgos Kyritsis. Antes de subirse a los autobuses los refugiados han sido separados por nacionalidades y por etnias.

Tensión

La operación se desarrolló en un ambiente de tensión, ya que Atenas ordenó un amplio despliegue de fuerzas antidisturbios y algunos cooperantes explicaron que los refugiados han sufrido una fuerte presión -amenazas incluso- para dejar Idomeni. Todo el personal humanitario y los informadores fueron conminados a abandonar la zona, aunque no pocos permanecieron en las tiendas, camuflados entre los refugiados, para informar y prestar ayuda a quien la necesitase.

Mientras, un total de 20 refugiados -13 sirios y 7 iraquíes- llegaron a Madrid desde Grecia para instalarse en Barcelona (10), Zaragoza (9) y Sevilla (1). Hoy está prevista la llegada de otros 27 procedentes de Italia. Las llegadas de ayer elevan a 38 el número de refugiados acogidos en España por mediación del Gobierno desde el inicio de la actual crisis migratoria. En el reparto para reubicar a 160.000 personas en los Estados miembros de la UE, España aceptó acoger a un total de 16.000.