Rusia presumió ayer de que sus bombardeos en Siria, que empezaron el miércoles, ya han hecho batirse en retirada a los yihadistas del Estado Islámico (EI), pese a que EEUU, Francia y el Reino Unido, así como activistas y observadores sobre el terreno, denuncian que las posiciones de los terroristas constituyen solo una pequeña parte de los blancos de los cazas del Kremlin, que también y, sobre todo, atacan en las zonas que controla la oposición moderada al régimen de Al Asad, el Ejército Libre Sirio.

"Los servicios de inteligencia han informado de que los guerrilleros están abandonando los territorios bajo su control. En sus filas cunde el pánico y la deserción. Cerca de 600 mercenarios han abandonado sus posiciones e intentan llegar a Europa", dijo en Moscú Andrei Kartapolov, subjefe del Estado Mayor, que informó de que, desde el miércoles, la aviación rusa ha efectuado más de 60 vuelos y destruido más de 50 objetivos del EI.

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, sin embargo, aseguró que aviones de combate rusos bombardearon ayer las provincias de Latakia e Idleb, ambas en el norte de Siria, alcanzando objetivos civiles, incluido un hospital. De madrugada, además, los cazas de Moscú atacaron una sede de las brigadas rebeldes sirias en la misma zona de Latakia, uno de los feudos de Al Asad, y que ya había sido blanco de bombardeos el viernes.