La ola de refugiados que, partiendo de Grecia, rompe desde hace días sobre Centroeuropa dejó ayer en las conciencias europeas la agria marca de un nuevo aldabonazo letal. Los cadáveres de decenas de refugiados -entre 20 y 50, según la imprecisa información de las autoridades de Viena- fueron hallados en el interior de un camión frigorífico de matrícula húngara en el este de Austria, no lejos de la frontera con Hungría. Anoche, el conductor no había sido localizado y se desconocía la nacionalidad de los fallecidos.

Investigadores austriacos afirmaron que el camión llevaba aparcado en el mismo lugar desde el pasado miércoles. La alerta fue dada por un empleado del servicio de mantenimiento de autopistas, que localizó el vehículo abandonado. Cuando los agentes abrieron el camión, los cadáveres ya mostraban señales de descomposición.

El macabro hallazgo coincidió con la cumbre de jefes de Gobierno balcánicos y comunitarios que, en Viena, debatía cómo puede la UE enfrentar la oleada de huidos de la guerra de Siria, y en menor medida de los conflictos de Irak y Afganistán. Los refugiados parten en su mayoría de Turquía, desde donde llegan, al parecer sin mayores impedimentos de las autoridades de Ankara, a las islas griegas del Egeo -Kos y Rodas figuran a la cabeza-, muy próximas a la costa turca.

De ahí pasan a la Grecia continental, a menudo en transportes fletados por el propio Ejecutivo de Atenas, con la intención de llegar a Macedonia, luego a Serbia y posteriormente a Hungría. Sin embargo, su destino son países del centro y el norte de Europa, con Alemania, Austria y Francia a la cabeza. Desde este último territorio, como ha puesto de manifiesto la crisis del Eurotúnel, intentan incluso llegar al Reino Unido.

En total son unos 180.000 los refugiados arribados a Grecia en lo que va de año. A este flujo hay que sumar unos 108.000 refugiados africanos, con los eritreos, nigerianos, somalíes y sudaneses a la cabeza, que han llegado a Italia desde Libia. Italia espera otros 20.000 más en septiembre.

"No podemos continuar como hasta ahora, con un minuto de silencio cada vez que vemos a gente morir", destacó la responsable de Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, tras una reunión marcada por las mutuas acusaciones de falta de colaboración para encontrar una solución común. La cumbre acabó sin acuerdo alguno, pero sirvió para poner de manifiesto las grandes diferencias de apreciación entre los países de tránsito -Macedonia o Serbia- y los receptores.

Macedonia, que recibe unos 3.000 refugiados diarios, y Serbia solicitan más dinero para gestionar la crisis que viven en sus territorios, mientras que los receptores, con Alemania y Austria a la cabeza ponen el acento en "un reparto justo" de los refugiados entre todos los países de la UE.

La canciller alemana, Angela Merkel, afirmó que la normativa europea sobre asilo "no funciona" y que se requiere una "solución común" en la avalancha. Alemania calcula que este año unas 800.000 personas, casi cuatro veces más que el año pasado, solicitarán asilo en el país, mientras que en Austria las autoridades estiman que serán 80.000 los demandantes. Por ello, el titular de Interior alemán, Thomas de Maizière, subrayó la necesidad de agilizar los procedimientos de asilo, para lo cual anunció la creación de 2.000 puestos de trabajo adicionales.

El ministro austriaco de Exteriores y anfitrión de la cumbre, Sebastian Kurz, calificó de "vergonzosa" la actitud de las autoridades de los países de tránsito y acusó a las autoridades griegas de trasladar deliberadamente a los refugiados hacia el norte del país, para facilitar su paso a Macedonia, Serbia y Hungría.