Así pues, y aun aceptando que se trata sobre todo de protocolo, sorprende bastante que los presidentes de las cuatro Diputaciones gallegas -o, para ser más exactos, tres: el de A Coruña tiene obvias razones para resultar excepción- se hayan mostrado tan abiertos a las sugerencias del señor Pérez Touriño sobre la necesidad de armonizarse. Cierto que se evitó el término "coordinación", que era políticamente incorrecto, pero el otro sonó muy parecido. De ahí precisamente la extrañeza que producen las sonrisas y las declaraciones en común.

Claro que, ya puestos, habría que subrayar una segunda sorpresa: la tesis del jefe del ejecutivo gallego en defensa de las Diputaciones. Siempre a partir de la idea de que la reunión no era para tirarse los trastos a la cabeza -ni siquiera para lanzarse pullas-, hay que convenir en que pocos podían esperar que hubiese tanta armonía. Y menos aún que don Emilio desplegase una tesis que no pocos de sus correligionarios discuten y que -incluso- podría retocarse a la hora de discutir la reforma del Estatuto de Galicia y, quizá, el modelo territorial.

(Antes de proseguir conviene dejar clara una cosa: lo que antecede no pretende sustentar la tesis de que resulta imposible o indeseable la cordialidad entre adversarios políticos, incluso cuando se trate de dirigentes del PSdeG y del PPdeG: siempre será mejor que hablen y no que discutan y, ya puestos, preferible que sonrían a que se miren de reojo. Pero aún así, llama la atención que los presidentes Populares ni rechisten cuando se apunta desde la Xunta la idea de armonizar y que desde la cúpula del poder socialista se defiendan instituciones que, hoy por hoy, son baluartes hostiles, al menos en términos electorales.)

A partir de ahí, profundizando un poco en el asunto y dejando a un lado las suposiciones o las sutilezas, parece claro que tienen razón los interlocutores cuando plantean la colaboración como un instrumento de progreso para el país. Entre otras muchas cosas porque las dos Administraciones, provincial y autonómica, se complementan e incluso en algunos asuntos se solapan, de modo que cualquier objetivo que se quiera lograr en determinados aspectos necesita el placet de ambas, a no ser que se pretenda meter las iniciativas en un embrollo fenomenal, de esos de los que sólo se sale con suerte.

Dicho todo lo anterior, quizá quepa una reflexión añadida: buena parte de lo hablado, y desde luego casi todo lo que queda por hablar, ha de relacionarse con toda seguridad con el Pacto Local y -muy probablemente- con la Ordenación del Territorio. Por motivos obvios, algunos de los cuales quedaron ya esbozados; y por eso extraña, también, que de esas dos cuestiones o se hablase poco o se explicara menos. Y aunque, una vez más,haya que insistir en el carácter protocolario de la reunión, hubiese resultado útil alguna alusión a esos asuntos. Para que el personal de a pie se vaya haciendo una idea, y el que no es tan de a pie, lo mismo. Porque falta va a hacer.

¿No...?