Ángel Acebes estaba días atrás tan ocupado de que el lío de los acuerdos presupuestarios en la UE fuera tan mal como él había previsto que no tuvo ocasión de reprochar al Gobierno la vergüenza de que la Comisión Europea amenazara a España con recurrir contra ella al Tribunal de Justicia de Luxemburgo si en dos meses no deja de privilegiar a la Iglesia con la exención del IVA. Bien es verdad que tocar este asunto del perdón del IVA a la Iglesia, perdón que no se le dispensa en ningún otro país europeo, podría llevar a Ratzinger al convencimiento de que alguna indulgencia merece el gobierno de Zapatero, de que tan descristinianizada no está España si aún cuida de que su Iglesia no pague tributos. Ante ese temor de imagen piadosa inadecuada, seguro que Mariano Rajoy exigirá en este año que viene a Zapatero el cumplimiento de la legislación comunitaria y, como gran defensor del interés general, estará por la revisión de los acuerdos económicos entre el Estado y la Santa Sede para que no se consagren ficciones como esa de pasarle a la Iglesia el dinerillo para que pague ella. Porque, para tranquilidad del Papa y de su Conferencia Episcopal Española, nada impide al Gobierno seguir siendo devoto; no es que Bruselas le prohíba que continúe beneficiando a la Iglesia, sino que le exige que si quiere beneficiarla le regale el dinero que corresponda y que la Iglesia pase por caja como con dinero suyo. Se trata, más o menos, de una más correcta organización de la contabilidad o, si se quiere, de una ficción contable. Y eso es lo que la vicepresidenta, esta vez torpe, no ha entendido muy bien, aunque está clarito, ya que ha dicho que el Gobierno tiene que leerse la resolución con mucho detenimiento. Menos mal que tenemos una buena oposición que vela por lo nuestro y no permitirá que nuestros impuestos sirvan al Gobierno para ganarse la vida eterna.