Ayer no sonaron las campanas para convocar los "maitines" en la sede del PP. Al parecer, y pese a los desmentidos, se trataba de que el tiempo, ese bálsamo, suavizara las declaraciones de Piqué sobre Zaplana y Acebes aunque en el comité de dirección ordenó, más que pidió, que cesaran las "luchas intestinas". ¿Y en el PSOE? Pues igual pero con más calado, porque Alfonso Guerra dice lo que dice sobre las aspiraciones del tripartito catalán y el señor Guerra no es un don nadie y sólo Rubalcaba se ha atrevido a insinuar que mejor no hacer mucho ruido, pero sin siquiera citar directamente al ruidoso. El problema es que lo que dice Guerra lo aplauden claramente Rodríguez Ibarra y Chaves y más de un ministro.

En resumen, que está movido el patio de los partidos, aunque las comparaciones no estén niveladas: ni Piqué es Guerra, ni el pasado del PP es tan importante como el futuro de España. Pero sí coinciden en algo: tanto lo que dicen el uno como el otro es más objetivo que subjetivo y ambos tienen a mucha gente en sus partidos que está de acuerdo con ellos.

Pero Piqué ha pedido perdón y en realidad lo que dijo no fue tan grave como luego se reflejó en los titulares: no hubo acusaciones puras y duras sino más bien un levísimo comentario rodeado de elogios. Pero Guerra es el presidente de la cosa constitucional del Congreso y de lo que habla no es sólo del futuro de Cataluña. Yo no sé si ZP se ha dado cuenta de lo que se le viene encima ahora con el BNG en Galicia y con el PNV y sus socios en Euskadi, pero una vez abierto el melón (siempre la metáfora del melón) ya se sabe que todos quieren pillar tajada. El chocolate autonómico que se cocinó en la transición iba a servirse en sólo tres tazas... pero pasó lo que tenía que pasar. Pues con Cataluña me temo que va a pasar lo mismo, y eso sí puede ser un conflicto de muy difícil resolución.