Manuel Serrano, del Centro Nacional de Investigación Oncológica, asegura que no hay tumores benignos sino "poco malignos". Sólo cabe darle la razón, aún sin tener ni idea de cáncer. Serrano halló las llamadas células "senescentes", con actividad pero sin capacidad de multiplicarse, que condicionan la división de los tumores y, en cierta medida, su destino: si van a convivir con nosotros o van a matarnos o dejarnos gravemente heridos. El oncólogo prefiere hablar de tumores poco malignos o premalignos. La división de estas células es más moral que científica porque después del descubrimiento científico lo que se hace es una clasificación moral. Serrano llega a una división no maniquea y crea una zona gris que sitúa al tumor en su circunstancia: es senescente y no se puede reproducir.

Esto lo aplicamos a toda la naturaleza y ahora llega a la escala molecular. Hay animales a los que llamamos alimañas porque nos perjudican la economía pero en sí mismos no son mejores ni peores, como animales, que otros animales. Moralmente no es mejor una zorra que una gallina, pero a la gallina le quitamos los huevos y la zorra nos quita las gallinas, por eso es una alimaña. A los animales que nos pueden facilitar la muerte los llamamos fieras pero apenas quedan porque nosotros somos más exhaustivos matando que ellos. La etiología antecede a la ética en un segundo; nada más estudiar las causas le ponemos la etiqueta: "esto es bueno", "esto es malo". La oncología no escapa como especialidad de esa distinción entre el bien y el mal y el tumor benigno no se allana a ser o a mostrarse bueno o afable o, en sentido figurado, no es inofensivo, sólo es yermo.