El pasado 18 de enero el ferri MV Butiraoi abandonaba la isla de Nonouti, situada en Kiribati, y emprendía rumbo destino a Betio, la principal ínsula de este archipiélago salpicado por más de 300 islas, del que le separaban unos 250 kilómetros. El buque, que partía con 88 personas a bordo, debería haber completado el trayecto en apenas dos días, sin embargo, 24 días después la embarcación de 17 metros de eslora sigue sin aparecer por el puerto y sin emitir ningún tipo de señal.

Autoridades locales y países como Nueva Zelanda, Australia o Estados Unidos colaboran en un dispositivo de búsqueda que, hasta el momento, se ha saldado solo con el rescate de siete desaparecidos. Este grupo fue capaz de saltar a una de las dos balsas de socorro cuando el buque se encontraba a punto de volcar y lograron sobrevivir tras pasar diez días a la deriva hasta que fueron avistados en altamar por un avión de las fuerzas armadas neozelandesas.

Para el operativo de búsqueda han prestado también su ayuda empresas como Shanghai Kaichuang, la dueña de la viguesa Conservas Albo, tras su compra por casi 61 millones de euros en la primavera del 2016.

La compañía destinó a su buque Jin Hui 58 -un atunero cerquero con capacidad para acoger a unos 40 tripulantes a bordo- a las tareas de búsqueda y, aunque no ha logrado hallar a ninguna de las 81 personas que todavía siguen desaparecidas, sí ha permitido rescatar a tres pescadores que llevaban cuatro días a la deriva en una pequeña embarcación de madera y sin motor, que había sido arrastrada mar adentro por un fuerte temporal.

A través de un comunicado en su página web, Shanghai Kaichuang resalta las dificultades para desplegar este operativo -los náufragos fueron localizados de noche y el helicóptero necesitaba una hora de vuelo desde su base hasta el lugar- y el cálido recibimiento en Tarawa, la localidad donde residían los tres tripulantes, que permite "establecer una buena imagen de la tripulación china".

Arrecian las críticas

Las deficiencias del barco y del dispositivo de búsqueda alimentan las críticas en el archipiélago. Su desaparición no fue denunciada por las autoridades hasta el viernes 26 de enero, para cuando se deberían haber cumplido seis días de su llegada al puerto y las dificultades para localizar al MV Butiraoi se agrandan por las deficiencias del buque. Este había tenido que ser parcheado en últimos tiempos para tapar sus carencias, y, además, no contaba con ningún tipo de baliza de localización, lo que hace imposible conocer en qué punto se desvió de su trayectoria.

El portavoz del gobierno de Kiribati, Tearinibeia Enoo-Teabo, aseguró, además, que las autoridades marítimas habían denegado al ferri la posibilidad de emprender cualquier tipo de viaje por la situación de fuerte deterioro en la que se encontraban su timón y su casco.

A ello se le suma el hecho de que el día antes de que emprendiese su marcha hacia la isla de Betio, el árbol de hélice de la embarcación había sido sometida a tareas de reparación, lo que desaconsejaba su uso inmediato. Algo que, sin embargo, no fue obstáculo para embarcar a 88 personas, de las cuales una veintena eran estudiantes, y sobrecargar las bodegas con 35 toneladas de cocos. El propietario del barco, Kirennang Tokiteba, tiene prohibida la salida del país y se enfrenta a una investigación judicial.