Caxinas lleva tres días de luto absoluto. Todo habitante de esta pequeña parroquia perteneciente a Vila do Conde (ciudad portuguesa del Distrito de Oporto) perdió el pasado jueves a un padre, tío, hermano, cuñado, vecino o simplemente conocido. La tragedia del Mar Nosso todavía se dejaba notar ayer en una población cuyos hombres y mujeres viven y mueren por el mar. "Yo conocía a uno de ellos... Pero estas cosas siempre pasan. En Caxinas es una angustia permanente", decía acertadamente Alfredo Marques, un marinero de la vecina Póvoa de Varzim -de donde es uno de los supervivientes, Bernardino Bicho- junto a la Associação Pró-Maior Segurança dos Homens do Mar (APSHM), que el jueves se encargó de ayudar a los familiares de un lugar que forja su identidad alrededor de las duras noticias que vienen del mar. Siempre del mar.

Quizá por eso ayer costó encontrar lágrimas en los rostros de la gente del lugar. Y no solo de vecinos o amigos. Familiares que esperaban pacientemente y casi en silencio la llegada de los cuerpos de los tres marineros que perdieron la vida trabajando 20 millas al noroeste de Navia, en Asturias, se encontraban sentados rodeados de los suyos desde antes de las cinco de la tarde. Sabían que la comitiva que salió de Gijón en torno a las 12 de la mañana -formada por tres coches fúnebres y un autobús repleto de familiares- se iba a retrasar, puesto que estaban perfectamente informados. Sin embargo, allí estaban, aguantando las miradas de la nube de periodistas que se encontraban con las cámaras preparadas para la llegada de los cuerpos de José Esteves Novo y António Cascão.

Entre ellos estaba Joan Carlos Cascão da Silva, el tercer hijo de una familia formada por cinco hermanos. Joan Carlos, de 52 años, se encontraba en la capilla de la iglesia Nosso Senhor dos Navegantes desde las cuatro de la tarde. Allí, de pie, miraba una y otra vez la esquela situada al lado de la puerta con la fotografía de António y José. "Él era el mayor y aquí era muy conocido", explicaba, antes de recordar lo "triste" que estaba su cuñada, Fátima, y romper a llorar ante los ánimos de los vecinos que se encontraban allí en aquel momento.

Amigos y vecinos, presentes

Mientras la funeraria se encargaba de preparar el recinto con toda la ornamentación y decorados para velar a los dos marineros, la zona se llenaba más y más de gente. Amigos, vecinos, simples conocidos o gente que otrora perdió a alguien en el mar, se acercaron a la capilla para acompañaron a aquellas personas que esperaban por sus seres queridos.

Entre las frases que más se escucharon entre la multitud que rodeaba la capilla, se encontraban algunas tan desgarradoras como que "siempre que hay algún suceso de este tipo, se trata de marineros de Vila do Conde o de Póvoa", o "todos nos conocemos y cuando pasa algo así nos afecta a todos".

Acompañando a los pocos familiares que no se desplazaron a Gijón estaba también una amiga de la juventud de los dos fallecidos de Caxinas que trabajaba en la propia funeraria. "Llevo 22 años trabajando aquí, desde que a los 37 dejé la fábrica de conservas, y jamás pensé que tendría que enterrar a tanta gente que conociera".

"Eran muy, muy buena gente. Familiares suyos viven cerca de mi casa y puedo decir que eran unos hombres respetables", destacaba una vecina, María das Dores, que pese a su avanzada edad esperaba de pie la llegada de sus vecinos fallecidos.

Sin embargo, ninguna fue tan dura como las declaraciones del único portugués del Mar Nosso que no es originario de Caxinas, Bernardino Bicho, que habló el viernes para la agencia Lusa para narrar su experciencia. El marinero de Póvoa de Varzim relató como se quedó "agarrado a una tabla", al igual que José y António, "pero media hora antes de que me salvaran, ellos no aguantaron. Creo que murieron de frío".

Dijo que, mientras esperaba su rescate, rezó varias veces a Nuestra Señora de Fátima.

Destrozados

Y allí, sentada, escondida tras unas gafas oscuras, estaba Aurora Esteves, la hermana de José.

Rodeada de familiares y amigos, la hermana del contramaestre de 62 años de edad indicaba que fueron las dos hijas de éste las que viajaron a Asturias para traer el cuerpo de su padre. "La mujer, Fátima, está destrozada y no pudo ir", relataba Aurora, mostrando entereza ante la situación.

"Mi hermano fue a buscarse la vida allí y lo que encontró fue la muerte...", sentenció la mujer, reacia, como es normal, a realizar más declaraciones y oculta en todo momento tras sus gafas de sol.

Aproximadamente a las seis de la tarde, el secretario de la Junta da Freguesía de Vila do Conde, José Postiga, apareció en el lugar para mostrar apoyo a los familiares presentes y a los que estaban a punto de llegar.

Pendiente del teléfono móvil en todo momento, Postiga se encargaba de informar de la posición de los féretros y su cercanía a la localidad. Más de 150 personas rodeaban ya la zona cuando, de repente, se anunció la llegada del autobús con los parientes de los fallecidos tras más de siete horas de viaje. Pasados unos veinte minutos, y ya en torno a las 19.00 horas, los dos coches fúnebres que traían los cuerpos de José Esteves y António Cascão llegaron al lugar en el que serían velados.

Entonces, se hizo el silencio. Tan solo se podía escuchar el ruido de los motores de ambos coches, el de los operarios de la funeraria sacando los ataúdes y el que hacían los medios gráficos intentando conseguir la mejor imagen entre toda la gente congregada.

Al mismo tiempo, y al otro lado de la ciudad, el cuerpo de Américo dos Santos, el único de los cinco fallecidos que no pertenece a la parroquia de Caxinas, llegaba también a su lugar de origen para recibir el último de adiós de sus familiares. Su cuerpo será enterrado hoy, tras la misa celebrada a las 10.00 horas en la iglesia de São Francisco.

92 pescadores enterrados

Mientras, en el interior de la capilla de Caxinas, solo reservado para los familiares de las víctimas, José Postiga y la alcaldesa de Vila de Conde, Elisa Ferraz, dieron sus condolencias una vez más antes de que comenzase el velatorio en la capilla de la iglesia Nosso Senhor dos Navegantes. Una iglesia en la que mañana -a las 15.00 horas- se oficiará la misa por los dos marineros antes de su entierro a cargo del cura Domingos Araújo.

Como recogía el periódico luso Jornal de Noticias en su edición de ayer, en sus 38 años de trayectoria al frente de esta iglesia, Araújo enterró ya a 92 pescadores. Una cifra que, sumando a los tres fallecidos y dos desaparecidos del Mar Nosso, ascendería a 97.