Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuerpo vulnerable, voluntad de hierro

Manuel Martínez Cortiñas se convierte en campeón gallego sub 23 de descenso de montaña pese a ser uno de los 30 pacientes de la comunidad con hemofilia B

Martínez Cortiñas, ayer, en el encuentro de la Asociación Galega De Hemofilia (Agadhemo), en Santiago. // Xoán Álvarez

Manuel Martínez Cortiñas, cuando era pequeño, no comprendía por qué sus compañeros de clase podían jugar al fútbol en el recreo y a él lo tenían con el parchís. Es uno de los treinta gallegos que padece una variante rara de la hemofilia, la de tipo B, y la sufre en grado "moderado tirando a grave". Se trata de un trastorno hemorrágico hereditario. Los hemofílicos tienen déficit de uno de los factores que facilitan la coagulación -en el tipo B, el IX- por lo que la herida, interna o externa, tarda más en cicatriz y el sangrado se prolonga durante más tiempo. "Si tú te recuperas de un golpe en tres días, yo en dos o tres semanas y porque cuento con medicación, sino serían meses", ejemplifica. Y si el impacto es, por ejemplo, en la cabeza, puede ser fatal. De ahí las cautelas de sus profesores. Hoy, con 21 años, este tudense ya no pone límites en su vida y es campeón gallego sub 23 de un deporte que no está precisamente exento de riesgos: descenso - Downhill, DH-, una especialidad del ciclismo de montaña en el que siguen a gran velocidad un recorrido cuesta abajo salvando obstáculos.

Este paciente del Servicio de Hematología del Álvaro Cunqueiro fue diagnosticado de bebé. En la hemofilia, las mujeres son portadoras y los hombres la desarrollan. Él fue el único de sus tres hermanos que la heredó de su madre. "Al principio, me quejaba de la enfermedad porque me suponía muchas limitaciones, no me dejaban hacer ningún deporte", relata. Cuando fue creciendo, con más "responsabilidad" por su parte y más "comprensión" por la de su entorno, la cosa fue cambiando. "Hoy llevo una vida normal, aunque con la medicación siempre a mi lado", resalta. Cada tres días se inyecta una medicación que eleva los niveles del factor que le falta y le mantiene protegido, evita los minisangrados espontáneos y previene problemas que, con los años, estos puedan ocasionar en articulaciones, cartílagos y músculos. Además, va a todos lados con ella por si sufre un golpe.

Sus padres fueron "reacios" cuando, hace cinco años, dio un paso más en su gusto por el ciclismo y empezó a practicar descenso de montaña. Accedieron y hoy están "acostumbrados". "Saben que no juego con la enfermedad que tengo", subraya. El pasado mes de junio se coronó como campeón gallego sub 23 y, tras varios años compitiendo en España y Portugal, en septiembre vivió en Austria su primera experiencia en la Copa de Europa. En esta prueba del circuito mundial se alcanza una velocidad media de 56 kilómetros por hora y tiene zonas que es muy complicado atravesar a pie.

¿Cómo un hemofílico ha llegado a participar a este nivel en un deporte de estas características? Controlando la enfermedad con medicación, equipándose para estar "muy protegido" y rodando "con mucha precaución", siendo consciente de que no puede asumir los mismos riesgos que otros riders. Uno de sus recursos es aprenderse de memoria el recorrido. "Si es que esta enfermedad supone algún límite, es más bien mental", sostiene.

Con estas cautelas, hace más de dos años que no sufre una lesión. Esa última fue la más grave. Se cayó de la bicicleta con un golpe "fuerte y seco" y, precisamente ese día, había tenido un descuido. Se había olvidado el culot con almohadillas a ambos lados. Se rompió parcialmente el cuádriceps de la pierna derecha. "Tuve un sangrado interno inmenso y se me hinchó muchísimo", recuerda. Se pinchó la medicación que siempre lleva con él, pero no fue suficiente y acabó en el hospital. Estuvo ingresado un mes y tardó otros siete en poder moverse correctamente. "El doctor me dijo que en una persona normal estaríamos hablando de una recuperación de un mes", compara. Sangró más, durante más tiempo y tardó más en diluirse, lo que dañó más el músculo.

El hematólogo especialista en hemofilia que lo trata en el Álvaro Cunqueiro, Manuel López, es para el rider el responsable de que "tenga un nivel de vida bueno". Le revisa cada trimestre y está al tanto de su actividad. "Si llegara cada mes con percances, yo mismo me plantearía dejarlo", defiende. Pero no es el caso y pretende "seguir mejorando". Este desarrollador de aplicaciones web que prevé iniciar el grado de ingeniería informática, se entrena casi todos los días, en el gimnasio y con diferentes modalidades del ciclismo. Tiene el respaldo de un patrocinador, pero es consciente que vivir de ello es algo muy complicado, solo al alcance del medio centenar de deportistas que está en la élite mundial. Pero tampoco va a abandonar la senda que lo puede conducir a ello, porque Manuel es un ejemplo de que las limitaciones solo se las pone uno mismo.

Compartir el artículo

stats