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Barnett: "No necesitamos gente más eficiente, sino que piense de forma crítica"

"El mundo digital cierra espacios en lugar de abrirlos; los estudiantes están limitados para reflexionar"

El Foro Internacional de Innovación Universitaria y las tres instituciones gallegas organizan el congreso que reúne en Vigo hasta el viernes a cerca de 200 educadores de Europa, América y Asia para abordar las transformaciones de la educación superior en la nueva era digital. El alcalde Caballero y la presidenta de la Diputación, Carmela Silva, inauguraron ayer el encuentro, que contó entre sus invitados con el reconocido experto Ronald Barnett.

-Su conferencia se titula "La llegada de la universidad ecológica", ¿qué significa este concepto?

-La innovación y transformación de la enseñanza puede tener efectos muy positivos, pero también perniciosos. Necesitamos pensar en los recursos y valores que tenemos para decidir cómo transformamos nuestros sistemas educativos y, lo más importante, de manera que nos ayuden conseguir un mundo mejor. La universidad está interconectada en un pequeño mundo global que es necesario expandir. Está conectada con varios ecosistemas: el conocimiento, el aprendizaje, la sociedad, la economía, la cultura, el entorno natural o los estudiantes como personas. Mi charla se centra en ellos, en cómo la innovación puede ayudarles a aprender por sí mismos.

Pondré un ejemplo un poco abstracto. Estoy editando un libro, recibo artículos de expertos de todo el mundo y resulta evidente que muchos de ellos tienen cosas de otros trabajos. También lo vemos en los estudiantes, encuentras mucho corta y pega en sus trabajos. El mundo digital está cerrando espacios en lugar de abrirlos. La gente no piensa por sí misma, vivimos en el mundo de la posverdad. Los estudiantes son bombardeados con mensajes e información que no está libre de poderosos intereses de los que pueden acabar siendo víctimas. Reciben muchos datos, pero al mismo tiempo están limitados para reflexionar sobre el mundo. Debemos pensar en el papel de la universidad en la sociedad del siglo XXI en el contexto de la era digital. Y además hay que ir más allá, pensar en los alumnos que vivirán en el próximo siglo.

-¿Están las universidades preparadas para este reto?

-Ahora mismo se encuentran en una encrucijada. Bajo mi punto de vista, no hay suficiente autocrítica ni reflexión. Muchas universidades establecen acuerdos con editoriales americanas que las conducen de manera muy ciega por la revolución digital. No tanto en docencia, pero sí especialmente en investigación y transferencia de conocimiento se están convirtiendo en parte de una maquinaria para el crecimiento de un capitalismo cognitivo global. Pero encuentros como éste evidencian que también hay muchos pensamientos positivos e imaginativos. Yo soy un dinosaurio, no soy parte de la era digital (risas), pero las nuevas tecnologías abren muchas posibilidades que antes no teníamos. Pienso en el intercambio de estudiantes, el entendimiento intercultural o la habilidad para trabajar y aprender en otros países. Esto es fantástico y significa que debemos ser imaginativos. Tengo una gran creencia en el poder de la imaginación. Los temas relacionados con la tecnología no son simplemente tecnológicos, nos transforman a nosotros mismos, el concepto de estudiantes y de aprendizaje y la relación profesor-alumno.

-Existe una tensión entre quienes ven una oportunidad en la entrada de la empresa en la universidad y los que alertan de su mercantilización.

-De nuevo, depende de lo que cada universidad haga. Si los estudiantes son formados en unas determinadas habilidades para un determinado contexto eso no es la educación superior del siglo XXI.

-¿Hay que volver a los orígenes de la universidad como formadora del espíritu crítico?

-Exactamente. Estoy particularmente interesado en ello y he escrito un libro al respecto en cuya portada aparece la famosa fotografía de los estudiantes de Tiananmen frente a los tanques. Resume qué es el pensamiento crítico en un país como China. Pero no es suficiente con hacer observaciones críticas y juicios sobre el mundo, hay que actuar. En el mundo laboral, se tiende a vincular el pensamiento crítico con ciertas habilidades en situaciones muy concretas. Pero hay que extenderlo. La humanidad no necesita gente más eficiente, sino capaz de hacer juicios críticos para mejorar el mundo Puedes pensar que un edificio es impresionante pero además del diseño hay tener en cuenta su propósito, las relaciones que se establecen en él... No solo se necesitan simples habilidades o tecnologías, sino seres humanos que se relacionen con el mundo de manera más global. Volvemos a la idea de la universidad y el aprendizaje ecológico. Hay que interaccionar con el resto de ecosistemas y la imaginación es clave.

-Lo que propone supone una revolución, ¿cómo puede fomentar un profesor de ingeniería el pensamiento crítico?

-Es por lo que llevo peleando 30 años (risas). Hay que ayudar al estudiante a que toque diferentes disciplinas y a que sea mucho más abierto. Si trabaja como ingeniero en China deberá ser consciente de sus tradiciones y entorno, y trabajará con antropólogos, sociólogos o analistas culturales. Eso le permitirá crecer como profesional. Un médico o un ingeniero debe interactuar con todo lo que tiene a su alrededor. Hay universidades y profesores en el mundo que trabajan en esto, en proporcionar a sus alumnos talentos y fortalezas para los nuevos retos. Hay muchos retos, pero también oportunidades. A veces soy pesimista y otros días optimista.

-¿Están igualmente preparadas las universidades públicas y privadas?

-Me gustaría decir que hay más posibilidades para las públicas, pero los retos no son tan diferentes para unas y otras. Cada vez son más similares. Las privadas reciben ayudas del Gobierno y las públicas optan por un modelo de negocio. Se cruzan.

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