Víctor Curbera Puig era catalán. Su familia ya estaba afincada en Vigo cuando decidió trasladarse a la ciudad. Fue cuando conoció el naufragio de un velero francés frente a las costas de Finisterre. Su cargamento era de conservas, un método para almacenar alimentos que había desarrollado Nicolás Appert. Y decidió aplicarlo en Vigo. Para ello realizó una gran inversión económica.

Construyó dos edificios en las cercanías de la playa de Arealonga, que por aquella época pertenecía al Ayuntamiento de Lavadores. Contaba con rampas de acceso desde el mar para descargar el material. Contrató a muchas mujeres para tratar el producto, mientras los hombres se dedicaban a las tareas mecánicas. Además de las sardinas, y otros pescados, también se envasaban frutas, carnes y leche de vaca. Algunos consideran que esta fue la primera fábrica de estas características que se construyó en España. De lo que no existe duda es que fue pionera en aplicar un método industrial.

Buena parte de la producción se destinaba a la exportación desde el puerto de Vigo. La familia Curbera poseía experiencia en el transporte marítimo, ya que realizaba rutas con diversos países de América. De esa forma trasladó a multitud de emigrantes, sobre todo a Cuba.

El método que se utilizaba en la empresa era muy artesanal, por lo que los costes de la producción se disparaban. La conservera funcionó hasta 1.877. Pero la dinastía de la familia siguió en el negocio y se convirtió en una referencia, no solo en Vigo sino en otros lugares de Galicia, preferentemente en las Rías Baixas. En aquellos tiempos también apareció Salvador Massó como un empresario que se dedicaba a las mismas tareas y que logró un gran éxito. Construyó la mayor fábrica de conservas de Europa en aquella etapa. La hizo en Cangas cinco años después de la iniciativa de Víctor Curbera y constituyó una revolución. Contaba con guardería para los hijos de los trabajadores, comedor, economato e incluso se construyeron casas para los que formaban parte de la plantilla.

Fue en 1900 cuando José Ramón Curbera, uno de los hijos del pionero, desarrolló un importante negocio. Tenía fábricas en Vigo y Bueu después de realizar grandes inversiones y llegó a producir tres millones y medio de conservas al año. Su experiencia en el sector y su buenas relaciones le llevaron a ser el presidente de la Unión de Fabricantes de Conservas, una entidad que tenía como objetivo el mejorar las condiciones de toda la industria y reclamar ayudas públicas al mismo tiempo que desarrollar nuevos proyectos innovadores. También llegó a ser teniente de alcalde de Vigo y uno de los fundadores de la Cámara de Comercio y del ya desaparecido Banco de Vigo. Fue presidente del Club de Campo y también del Vigo Sporting, uno de los clubes de fútbol más representativos de la ciudad.

Empleó a multitud de personas y fue considerado como un gran impulsor de la actividad económica en la ciudad. José Ramón Curbera logró, además, establecer el equilibrio económico entre las inversiones y la rentabilidad, algo que era complicado en aquellos tiempos. También ayudó a numerosos marineros de Vigo y sus alrededores.

José Curbera fue otro de los componentes de la saga familiar que siguió con la tradición. Tuvo que enfrentarse a una intensa crisis por la falta de sardina en Galicia. Sin embargo, compró siete vapores para realizar las tareas de pesca en Asturias y el norte de África. Su objetivo, después de tres años muy malos, era que las conserveras que gestionaban no quedaran abandonadas. Lo logró y también se ganó el reconocimiento general.

Su legado también se puede comprobar en la actualidad en la ciudad. Fue el que construyó y promocionó el edificio de doce plantas que se encuentra en la calle García Barbón número 30. La mitad estaba dedicada a oficinas y la otra a viviendas. Durante muchos años fue la construcción más alta de la ciudad.

Las empresas de la familia Curbera desaparecieron en 1990 al no poder hacer frente a la crisis. Fue el final de un saga familiar, aunque se conservan sus valores.