Vigo navega a contracorriente. A dos meses de las elecciones generales y en un contexto en el que Ciudadanos y Podemos están llamados a jugar un papel determinante en la futura gobernabilidad del país, las formaciones de Albert Rivera y Pablo Iglesias, cuya proyección nacional como fuerzas emergentes parece reforzada tras el ejemplar cara a cara protagonizado el domingo en prime time, carecen de estructura sólida, portavoces claros y un discurso propio en la primera ciudad gallega y decimocuarta del país por población.

Pese a su corta trayectoria en el municipio, ambos equipos se han enfrentado a fuertes divisiones internas que acabaron con la dimisión del secretario general y de varios miembros del consejo ciudadano en el caso de Podemos, y que se solventaron con revocaciones de militancia desde Barcelona en el seno de la formación naranja. Tras un verano convulso, los dos partidos más en forma en España afrontan el reto del 20D en Vigo acabando de recomponerse y con unas modestas expectativas de voto.

Desde Ciudadanos sostienen que la expulsión de casi una veintena de militantes críticos en junio y septiembre "es un proceso totalmente superado" y su coordinador local, Modesto Comesaña, se centra en trasladar una imagen de "normalidad". "Estamos en contacto con asociaciones de diferentes ámbitos para elevar sus demandas y seguimos trabajando por Vigo de forma discreta", explica el portavoz local, que contabiliza un centenar de militantes en la ciudad.

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Podemos Vigo trata de regresar a los orígenes que tan buenos resultados le dieron y su responsable de organización, Nicolás Legido, defiende que tras un año de duro trabajo han logrado "una estructura más sólida y eficiente. Hay un grupo más pequeño, pero más férreo y comprometido al 100%", explica sobre la salida de varios miembros destacados de la formación y las diferencias surgidas con la dirección gallega sobre el peso de la agrupación viguesa en el proyecto autonómico. "La relación se ha impulsado en este último mes", traslada a dos meses de las generales e inmersos en varias iniciativas para pulsar la opinión de los barrios y del pequeño comercio.

Nadie discute que el nivel de conocimiento de sus líderes nacionales es más que suficiente. Cualquier vigués medio es capaz de ubicar a Pablo Iglesias y Albert Rivera, pero muy pocos podrían mencionar el nombre de algún responsable local o coordinador. Esta nueva forma de trabajar en la sombra a la que aluden sumada al descabezamientos que ambos partidos sufrieron de forma reciente les ha mantenido ajenos a los grandes desafíos que afronta la ciudad.

Ciudadanos y Podemos no están siendo capaces de visibilizar su trabajo y se desconoce si tienen opinión sobre el nuevo gobierno local, la presidencia de Vigo en la FEMP, el Área Metropolitana, el hospital, la estación del AVE o la ampliación de Rande por no entrar en cuestiones más concretas como la política social o los planes de empleo.

Asambleas

Podemos parece haber desaprovechado la gran oportunidad que se le abrió en los comicios europeos de 2014 en los que logró situarse como 4ª fuerza sin apenas tiempo para organizarse. La de Vigo se colocó en pocos meses como la agrupación gallega con más militantes al superar los 2.500 y quedarse a la estela de los socialistas. Pero su prometedor arranque no tuvo continuidad y las alarmas se activaron cuando en la consulta lanzada a la militancia viguesa en marzo para decidir la estrategia en las municipales participó menos del 10% de los afiliados. Fue el principio del fin. El consejo ciudadano decidió días después no exponerse a un nuevo pinchazo y renunció a competir el 24-M en solitario o apoyando a la Marea de Vigo.

Podemos se quedó entonces al margen de la contienda, perdió visibilidad y tras un duro trimestre en agosto y a cuatro meses de las Generales se enfrentaba a la renuncia de su secretario general en Vigo, José Manuel Prieto, y a la pérdida de varios miembros de su consejo local descontentos con la escasa representación de Vigo en la dirección autonómica y la lista de Iglesias para las Generales. La organización afirma estar más centrada ahora mismo en "generar músculo activista en la calle" que en trazar una línea política clara. Raro a 60 días de una cita trascendental con las urnas.

Sin candidato

Su errática trayectoria guarda similitudes con la de Ciudadanos, que arrancó de forma más discreta como 7ª fuerza en las europeas de 2014 pero llegó a las puertas de las municipales con los sondeos otorgándole hasta dos concejales. Las grandes expectativas en el proyecto de Rivera se esfumaron tras la renuncia en plena campaña de su cabeza de cartel en la ciudad, el asesor fiscal Jorge Portela, que fue sustituido como candidato a la Alcaldía por Josefa Casado, que había quedado última en una votación en asamblea.

Las dificultades de la formación para articular un discurso distinto al emanado desde Cataluña para toda España y la escasa movilización de sus militantes en vísperas de la votación convirtieron su primera experiencia local en un fracaso. Lograron un 3,35% de los votos que los dejó fuera del pleno vigués y los situó como la agrupación con peor resultado de las ciudades gallegas.

La exigencia de "autocrítica" por parte de algunos militantes abrió la primera brecha en el partido y acabó con la expulsión de los más críticos. En estos momentos su coordinador local da por cerrada esa etapa y asegura que la ejecutiva local se reúne "periódicamente y sigue trabajando por Vigo". Pero las mismas voces que entonces reclamaban "democracia interna" advierten que el grupo de Vigo sigue sin tener estructura ni cumplir con las normas internas de funcionamiento. "La última asamblea con los militantes fue el 11 de junio y los estatutos obligan a mantener una cada dos meses", apunta una de las expulsadas, mientras otro compañero que siguió el mismo camino añade que "no hay actas de las reuniones de la ejecutiva y los nombramientos se hacen a dedo". Ponen como ejemplo de las tensiones que el candidato al Congreso por Pontevedra dimitiera en septiembre y que la configuración de la lista siga pendiente.