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La expansión del "escarabajo exterminador"

Una plaga aniquila decenas de palmeras del municipio y afecta ya a ejemplares céntricos

"¡No es un bicho, sino una bestia!", afirma un responsable de la Xunta sobre el efecto devastador del picudo rojo -El insecto y sus larvas debilitan el árbol en pocos meses, y cuando las hojas decaen y amarillean, está sentenciado

La corona de una palmera de Pereiró, con el aspecto que avanza su irremediable muerte por la plaga. // M. G. Brea

La plaga del picudo rojo avanza imparable por el municipio vigués. La expansión de este insecto de apenas cinco centímetros, acelerada por una proverbial capacidad reproductiva con miles de larvas que colaboran en su efecto devastador, ha aniquilado decenas de palmeras de las especies phoenix canariensis y dactylifera. Y no parece tener freno. Desde Samil hasta el centro urbano están afectados buena parte de los palmerales, algunos con más de medio siglo de existencia. En la plaza de Eugenio Fadrique, en el cementerio de Pereiró, en los jardines del Areal, en los del pazo Quiñones de León de Castrelos...Los operarios de los servicios municipales que se afanan en controlar la invasión del Rhynchophorus ferrugineus no se atreven a cuantificar la lista de árboles contagiados. Tampoco resulta fácil. Las palmeras pueden tener dentro y durante mucho tiempo al gorgojo royéndoles las entrañas sin exteriorizar ningún síntoma. La confirmación inequívoca surge cuando las hojas se desploman y adquieren un color marrón, pero para entonces ya no hay vuelta atrás: la palmera estará sentenciada.

"¡No es un bicho, sino una bestia!". Víctor Novo, jefe del Servicio de Sanidad y Producción Vegetal de la Consellería de Medio Rural, enfatiza con esa expresión el comportamiento del conocido como "escarabajo exterminador". El picudo rojo procede del sudeste asiático y su presencia en España data de 1993 en Andalucía. En esta comunidad su plaga hizo estragos y durante algunos años permaneció contenida hasta que saltó a Valencia. En el palmeral de Elche, patrimonio de la Humanidad de la Unesco, se han invertido millones de euros en evitar que el bicho no arrase todo el ámbito protegido. La misma amenaza se cierne ahora sobre las palmeras del sur de Galicia. Aquí también se mueve rápido. Desde de 2013, cuando se constató en Gondomar el primer ejemplar tocado, el insecto ha ido volando de palmera en palmera, matando una detrás de otra. Esta es otra característica de su faceta aniquiladora. Solo se marcha cuando agota el alimento que hay en la palmera, y en consecuencia, cuando ésta muere.

Ante la consideración de plaga de cuarentena, los concellos están obligados a informar a la Xunta. Novo expresa su preocupación a que se extienda por toda la provincia de Pontevedra, donde hay censadas 5.000 palmeras. "La costa está llena", indica. Operarios de Althenia, la concesionaria de parques y jardines de Vigo, confirmaron a este periódico que el picudo ha afectado a "cientos de ellas en el municipio y muchas habrá talarlas tarde o temprano". Pero se refieren a las ubicadas en zonas bajo su control, en emplazamientos públicos. Aestas habría que sumar "otras tantas", afirman, plantadas en fincas particulares.

Para hacerse una idea de la agresión que sufre un árbol atacado por este insecto basta conocer sus "armas" y, más aun, cómo las emplea. Como la potente mandíbula que le permite cavar galerías hasta alcanzar el nervio central de la palmera para chupar su savia. Incluso en su estadio larvario cuenta con un doble colmillo cónico que usa con igual voracidad que si fuera adulto. "En el palmeral de Elche, de noche, cuando todo está en silencio, llegan a escucharse el sonido de los gusanos masticando", destaca Víctor Novo.

Cada hembra deja una puesta de unos 200 huevos, todos fecundos, y dependiendo de cuánto tarden en acabar con la sabia, en cada ejemplar pueden nacer hasta cuatro generaciones de picudo. Acostumbran a depositar los huevos en agujeros excavados por ellas mismas o en las hendiduras o heridas de la propia palmera, por lo que cuando eclosionan "todas estas larvas dentro actúan como una bomba", señala un experto de Althenia.

El picudo rojo nace de una larva amarillenta tras 100 días satisfaciendo el apetito. En este recorrido desde la corona de la palmera hacia abajo el gusano crece y engorda de 2 milímetros hasta 5 centímetros causando destrozos irreversibles. En la fase final construye un capullo con fibras de las galerías del árbol del que saldrá el adulto. Pero para entonces las hojas se habrán desplomado y en lugar del color verde será marrón, casi amarillo. "Cuando esto sucede ya no queda nada por hacer", zanja el responsable autonómico. Si los métodos para combatir la plaga en su fase inicial resultan desalentadores, cuando son aparecen esos llamativos síntomas, como la corona alicaída, el paso siguiente es talar, triturar y enterrar los restos. Y ni así muere el escarabajo. Se han enterrado trozos de palmeras a un metro de profundidad y salió a la superficie vivo para marcharse volando.

Una "tuneladora" adicta al azúcar que prefiere el sur

  • Los expertos solo encuentran una explicación a la predilección del Rhynchophorus ferrugineus por las palmeras: el azúcar. El inmenso volumen azucarado que contiene su savia garantiza su alimento y el de la inmensa prole que nace de los centenares de huevos que depositan las hembras. Faltaría saber por qué solo se han detectado ejemplares afectados en el sur de Galicia, aunque admiten que puede estar relacionado con las temperaturas. "De momento en A Coruña no tenemos ese problema, pero tampoco lo descartamos", dicen desde la empresa encargada de los jardines de la ciudad herculina. Quienes siguen de cerca la plaga advierten a los particulares que presten atención a sus ejemplares, "antes de que sea demasiado tarde".

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