Era domingo, pero el recinto de PSA Peugeot Citroën albergaba más personas que un día laboral. 4.000 vigueses pasaron ayer por la fábrica de coches para celebrar la jornada de puertas abiertas que organiza la empresa una vez al año. Durante cuatro horas familiares y amigos de los trabajadores se acercaron a conocer uno de los principales motores económicos de la ciudad.

En el aniversario de los 50 años de la factoría viguesa, en 2008, se inauguró el programa Jornada de las familias con el objetivo de acercar la industria del automóvil a los ciudadanos. Desde entonces, los trabajadores acuden con sus allegados para pasearse por las tripas de la fábrica y participar en las actividades.

Las familias recorren áreas como el taller de Ferraje, donde observan los esqueletos metalizados que esperan sus miembros. Aquí se unen las piezas de chapa que forman la estructura del vehículo. Cada modelo circula, cuando la maquinaria está funcionando, por una línea diferente. Hoy permanecen inmóviles para los visitantes. Este es el sector más automatizado, operan más de 1.000 robots.

Una de las secciones que más éxito tiene entre los niños es la Isla de Aletas, donde se colocan las piezas delanteras en uno de los seis modelos que fabrica la empresa. Los brazos mecánicos, en movimiento para la ocasión, encandilan a la mayoría aunque aterrorizan a otros. "Ahora es todo robótica", cuenta Marcos González, un trabajador que lleva 18 años en la empresa y que hoy acude con su mujer, Sonia Rodríguez, quien también estuvo empleada en la fábrica. González rememora sus inicios en la planta, cuando llegó a compartir espacio con 12.000 trabajadores: "La fábrica ha cambiado demasiado, hay más carga de trabajo, también más seguridad y menos empleados". El centro ha invertido 30 millones de euros en renovar las instalaciones, lo que lo convierte en más seguro pero también facilita que se precise menos mano de obra. Este hecho sumado a la caída de la demanda deja a la empresa con 6.300 empleados.

Tras el taller de Ferraje, en el que los vehículos salen con las carrocerías a punto, un elevador transporta las estructuras hasta la sección de pintura. Una vez tratadas y pintadas llegan al taller de Montaje. Aquí trabaja desde hace 17 años Antonio Méndez, que hoy ha sustituido el mono por un polo a rayas y a sus compañeros por familia y amigos. Ningún trabajador quiere pisar la fábrica el domingo, excepto en una ocasión como esta. Asegura que es "un día especial" porque se reúne con amigos en "un ambiente diferente" y puede enseñar su lugar de trabajo.

Del taller de montaje, que tiene 120.000 metros cuadrados, salen cada día 1.900 vehículos, 91 a la hora. Sobre las carrocerías se incorporan elementos no visibles en el resultado final pero indispensables, como la cablería o los aislantes. Las puertas se colocan también en este momento. Después vendrán los asientos y las ruedas. Acabado el proceso, el coche siente la chispa del combustible por primera vez: el vehículo se arranca para comprobar que todas las fases se han realizado correctamente.

Para toda la familia

Eva Gómez realiza la visita como hermana y cuñada de dos trabajadores de la empresa que llevan más de 15 años en ella. Había visto la fábrica hace casi una década y ahora la encuentra "mucho más moderna". Ha venido también con otros familiares, varios de ellos niños. Como César González, que trae a su sobrino, a su mujer y a su suegra. Ellas nunca habían visto antes la fábrica y dicen que les ha gustado.

La empresa prepara para los más pequeños un buen número de actividades, con juegos tradicionales, globoflexia o espectáculos de magia. Hay espacio también para hablar de seguridad vial: un helicóptero de la Policía, junto a dos motocicletas de la Guardia Civil, acaparan todos los flashes de los padres.

La jornada hizo honor a su nombre y se convirtió en un día familiar en el que los invitados recorrieron 57 años de historia. En este tiempo el centro vigués ha pasado de producir unos escasos 400 vehículos al año a alcanzar los 1.700 cada día.