"Jandro", como amigos y parientes, llamaban al hombre que tripulaba el Mar de Marín en el momento del siniestro, se habían convertido hace meses en un joven abuelo de 46 años. La noticia de su muerte se extendió rápidamente por San Antoniño, en Barro, donde vivía con su mujer y había criado a sus dos hijos. A esta familiar urbanización en la que todos se conocen se había trasladado a mediados de la pasada década. Ahora hacía ya planes para su jubilación, una cuenta atrás para dejar un mar cuya peligrosidad y riesgos conocía bien de cerca. Ya había perdido un hermano también marinero en un accidente en el puerto de Portonovo.

Natural de Saíñas, en Poio, llevaba toda la vida dedicado a la navegación. Quienes le conocen aseguran que de un tiempo a esta parte era habitual escucharle hablar de los proyectos para su merecido retiro después de tantos años dedicado al mar. "Una persona que se hacía querer", decían ayer en esta zona de Barro en la que había formado un hogar junto a su mujer, natural de Estribela Loli, su hija de 17 años y un hijo de 20 que le había convertido en abuelo.

Su amplia experiencia como patrón hace que la tragedia resulta aún más inexplicable. Sus allegados le definen como un gran profesional del mar, "un hombre muy trabajador". Su pérdida deja un imborrable huella no solo en San Antoniño, donde pasaba gran parte de su tiempo libre, sino también en el municipio que le vio crecer y donde decidió dedicarse al mar.