La viguesa Editorial Elvira ha apostado por el gallego José Simal para su tercera publicación, que también supone la primera en solitario de este policía nacional, tras varias colaboraciones en obras colectivas. "La razón invertida", ilustrada por el cubano Nelson Villalobos, reúne tres ácidos relatos cortos escogidos entre los muchos que se acumulan en su escritorio.

-¿Qué supone la escritura en su vida?

-Una necesidad. Escribir es relajante, te ayuda a pensar y aprendes de tus propios pensamientos. Mi literatura es vampírica: absorbo la esencia de las cosas y la plasmo de otra forma. Cuando las personas ven una piedra, los artistas ven algo más. Es una forma de vida; bueno, de entenderla, porque de esto no vives.

-¿Con qué estilo se identifica?

-Soy un gran admirador de Cela. Es un maestro, un mago de las letras. Me identifico con él porque me ha abierto mucho los ojos. Es una literatura no tan sujeta a la norma, sino más independiente y libre. Entre la alabanza y el insulto y la broma y la retranca, tiene un poco de todo. No tengo un estilo que se pueda definir. Es muy libre, muy amplia, que todo el mundo entiende.

-¿Por qué el título de "La razón invertida"?

-Vivimos una vida en la que parece que obedecemos instrucciones de un modo sistemático y no pensamos. Nos limitamos a aparcar el coche, pagar la ORA y nos vamos. No pensamos que es una barbaridad: pagar por dejar el coche en la calle sin que nadie nos lo vigile ni se responsabilice de él. Ha llegado un momento en que la gente empieza a pensar por sí misma y dice: "Esto, si se lo plantean a nuestros abuelos se ríen de nosotros". No sé si debemos invertirnos a la razón o si ya se ha perdido del todo. Es una especie de juego de palabras. Que cada uno lo entienda como quiera.

-¿Podría definir brevemente los tres relatos que componen su libro?

-"El insecto azul" es un pensamiento en alto, aunque parezca una crítica social. "Matador" es una historia contada más al uso, con aspectos celianos, relatada con cierta intensidad. El último, "La asistenta", es un relato kafkiano. Cada uno refleja una de las tres divergencias de mi obra.

-¿Encuentra inspiración en su trabajo?

-En mi profesión de policía hay cientos de miles de historias para contar. Da para no acabar nunca de contar y, algunas, bastante interesantes. Pero mi intención es no contar historias al uso, sino tratar la literatura de una forma más fluida y relajante. Procuro, además, que mi trabajo no se interponga. Sí que tengo textos que tienen mucho que ver con investigación criminal, pero son los que menos me interesan.

-Cuenta que escribe sobre todo relatos cortos porque es lo que mejor se le da, y "lo que menos esfuerzos le requiere". ¿No es un poco duro consigo mismo?

-No. Me considero un vago y estoy orgullosísimo. El trabajo es la desgracia más grande del ser humano. La literatura para mí no es un trabajo. Tengo alguna novela que está inacabada y seguirá por el hecho de que no estoy dispuesto a sacrificarme. Me lo paso bien escribiendo relato corto porque es algo que me resulta muy sencillo y me ocupa poco tiempo. No pienso vivir de esto. No tengo planes para el futuro, ni pienso tenerlos y seguiré haciendo lo que me de la santísima gana.