"Si me mato es cosa mía, no hago daño a nadie". Todavía frases como esta se escuchan a conductores sancionados por ponerse al volante sin cinturón de seguridad. "Afortunadamente son casos contados, pero todavía se dan", lamenta Ricardo Dosouto Domínguez, agente del Subsector de Tráfico en Ourense.

A otros les resulta molesto el pitido del vehículo cuando detecta al arrancar que alguno de los pasajeros viaja sin cinturón. Y en lugar de abrocharlo para protegerse, cierran el dispositivo a su espalda sin colocárselo para evitar así el pitido e iniciar el viaje. Sin destellos en el salpicadero ni ruidos molestos, pero también sin el salvavidas en carretera. "Esta es la situación con la que me encontré al sorprender a un conductor francés en un radar. De lejos parecía que tenía el cinturón, pero al acercarme vi que lo llevaba colocado para atrás", recuerda Dosouto.

En otros controles la sorpresa es mayúscula. Hace cuatro años, interceptó en Carballiño a un conductor de un Ferrari y el copiloto sin cinturón. "Dimos el alto al vehículo, el conductor también dio positivo en alcohol. Yo no entendía qué pasaba -relata-, pero el coche estacionado seguía moviéndose. Pedí que abrieran el maletero... Y... Sorpresa... Allí iba un tercer ocupante. Tenían que viajar los tres y en el Ferrari solo había dos plazas".

Niños en el regazo

La dispersión poblacional de Galicia hace que se tenga que coger el vehículo casi a diario para cualquier desplazamiento. "Para ir al médico, al banco, a la feria... Esto hace que en muchos desplazamientos cortos, conductores y pasajeros no hagan uso del cinturón", lamenta Dosouto.

Y los niños no se escapan del comportamiento negligente de los mayores: "Más veces de las que nos gustaría nos encontramos con menores en el regazo de su madre o abuela". "La gente tiene que darse cuenta que en un siniestro en casco urbano, a 50 kilómetros por hora, un niño [sin silla de retención infantil] sufrirá lesiones", advierte.