El presunto cabecilla de la operación Zeta, Gerardo Crespo, negó en su primera declaración ante la juez tener una caja B en sus empresas. "¿Cómo iba a haber dinero en B si trabajábamos fundamentalmente para la administración y grandes empresas? Coloquialmente, le llamábamos KGB a la caja para gastos menores como taxis, que se pagaban en metálico y se justificaban con tiques", explicó, e insistió: "A la caja la llamaba KGB, no caja B".

Crespo recalcó que sus empresas podían impartir formación y que la ejecución de los cursos la certificaron las administraciones de las que cobró ayudas. También declaró que "al menos Carlos Negreira y la conselleira Beatriz Mato" sabían "que tenía los teléfonos pinchados". Así, justificó que la Xunta le revocase los planes de empleo en febrero de 2012, siendo todavía la investigación secreta.