Desde los tiempos de Beiras como cartel electoral, el BNG se desangra con pérdidas constantes de apoyos. A mediados de los 90 su único competidor el la izquierda era el PSdeG y entonces logró capitalizar el descontento social y a quienes huían del socialismo. El escenario ha cambiado a peor para el Bloque, relegado a cuarta fuerza en Galicia y quinta en las europeas, adelantada también por Podemos.

Las asambleas abiertas pretenden captar al votante que ha abandonado al Bloque, penalizando su pasado en el bipartito y sus peleas internas, y entregándose a fuerzas que apelan más a mensajes sobre crisis que a la cuestión nacional.

Por si fuera poco, surgen ahora las mareas ciudadanas. Una parte de la dirección del BNG cree que si no hay alianzas en algunos lugares, el BNG podría quedarse sin representación en decenas de concellos o ser reducido a una presencia testimonial en otros como Vigo -ahora tiene 3 ediles-, lo que dispararía el riesgo de intrascendencia en las generales de final de año. Otra parte, como la UPG, confía en remontar siendo fiel a su filosofía, aunque las urnas le den la espalda.