Planes de ajuste para hacer sostenibles los Estados al borde la quiebra. Austeridad. Recortes. No hay nada intocable. Las pensiones, los funcionarios, las condiciones laborales, las prestaciones médicas, la educación... El Estado del Bienestar supone una garantía de los servicios públicos que la crisis económica, con su alarmante tasa de paro y descenso de los ingresos, amenaza con resquebrajar. De hecho, estos avisos ya se han materializado, o lo están haciendo, a lo largo del continente.

Por ejemplo, en Portugal, tras incrementar las tarifas por acudir a los servicios de urgencias o reducir las indemnizaciones por despidos, se reducirán las pensiones de los funcionarios. En Francia, uno de los estandartes de las prestaciones sociales, el Gobierno busca evitar el colapso de las pensiones elevando los años de cotización y se plantea subir los tipos de IVA. En Grecia nada se salva, desde salarios a pensiones, pasando por el aumento de impuestos y despidos en el sector público. En Italia se han recortado las partidas destinadas a servicios sociales -algo parecido a lo que hizo Reino Unido- además del presupuesto para sanidad y educación.

Desde Holanda, esta misma semana, llegaba la aparente certificación oficial de la defunción del Estado del Bienestar para el país. Su monarca, Guillermo-Alejandro, explicaba en el tradicional discurso de la Corona que el "clásico Estado del Bienestar" se está transformando en una "sociedad participativa" en la que los ciudadanos aumentan la responsabilidad sobre sus propias vidas. La sanidad y las pensiones, advirtió ya, necesitan reformas para garantizar su sostenibilidad.

Pese a que son muchos los síntomas que apuntan a un deterioro del Estado del Bienestar, expertos en economía gallegos no pierden la esperanza y no lo dan por enterrado todavía. Por ejemplo, el decano del Colegio de Economistas de Pontevedra, Juan José Santamaría, descarta con un "no rotundo" que Europa esté asistiendo al "fin" del Estado del Bienestar. Se trata, subraya, de una situación "no definitiva", sino "coyuntural". "Ese pesimismo solo puede ser fruto de la creencia de que no vamos a salir de la recesión económica general y de que no va a haber crecimiento en un próximo futuro", señala. En su opinión, "lo que está en cuestión no es el Estado del Bienestar, sino su sostenibilidad coyuntural a corto plazo y no estructural a largo plazo".

Respecto a lo que afirma el monarca holandés acerca de la responsabilidad de los ciudadanos, señala que "el protagonismo de la sociedad civil no es un sustituto del Estado del Bienestar". "Debe ser su refuerzo", defiende. En su opinión, el monarca "solo manifiesta una preocupación compartible en los tiempos presentes", pero que "no es la que corresponde con las perspectivas de futuro".

Alberto Vaquero, profesor titular de Economía Aplicada en la Universidade de Vigo, recuerda que "la historia se mueve por ciclos" y dice que "no" se "atrevería" a hablar de "fin" del Estado del Bienestar. A pesar de eso, reconoce que "estamos contemplando una reducción clara del papel de lo público". "Parece que lo público es ineficiente, y lo privado es siempre la mejor opción. El problema es que este tipo de argumentaciones hacen mucho daño a la actividad pública y no están basadas en estudios o hechos constatables", argumenta.

Tampoco Baltasar Manzano, profesor de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidade de Vigo, siente que "estemos asistiendo" a un "apocalipsis" del Estado del Bienestar. Con todo, admite que "lo que sí hay es una reconsideración de las estructuras de gastos e ingresos públicos que surge de la insuficiencia financiera de los estados europeos golpeados por la crisis y por el estancamiento de la productividad". "Hay un reajuste del Estado del Bienestar", explica, "que tiene más que ver con el ciclo económico que con una tendencia a largo plazo".

Manzano destaca que la crisis "nos ha hecho conscientes de que el poder económico y los recursos de los estados tienen límites". A su juicio, eso "debería cambiar las expectativas de los ciudadanos acerca de qué le podemos exigir al Estado y recuperar la conciencia de nuestra propia responsabilidad individual", en alusión a las palabras del monarca holandés. Sin embargo, sostiene que el Estado "sigue teniendo la responsabilidad de lograr una sociedad más equitativa, sobre todo garantizando la igualdad de oportunidades en ámbitos básicos como el acceso a la educación y la sanidad".

La decana de la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales la Universidade de Santiago, Emilia Vázquez, reconoce que "efectivamente estamos perdiendo calidad en las prestaciones públicas". "El Estado del Bienestar al que tendíamos en España y que estaba representado por los países del norte de Europa está lejos de ser alcanzado", señala. Incluso en esos países, dice, se notan las consecuencias de la crisis, que los ha llevado a "tomar las decisiones derivadas de la política de austeridad que gobierna Europa". "En mi opinión no es acertada una política tan austera, y se vio que hasta el momento no se refleja en una subida del empleo", afirma.

Para Luis Caramés, catedrático de Economía Aplicada en la Universidade de Santiago, "los ajustes deben ser un medio, nunca un fin, con el objetivo de mantener, con los cambios imprescindibles, un contrato social que dé estabilidad y solidaridad a nuestra sociedad". "Hay que priorizar más la intervención pública, ser más selectivos, combinando solidaridad con responsabilidad", afirma.

¿Sobrevivirá el Estado del Bienestar? Con cierto optimismo, el decano de los economistas de Pontevedra encara el porvenir de este modelo recurriendo al pasado. "De todas las crisis se salió", proclama, aunque esta sea, matiza, de "larga duración". Pese a que considera que los economistas no son "profetas", indica que "la tendencia del ciclo es de que poco antes de 20 años vamos a recuperar niveles económicos anteriores a los de 2007", aunque tampoco, subraya, será está la última recesión que se registrará en los próximos cincuenta años. La clave ahora está, afirma, en "hallar unos sectores sustitutivos del papel que cumplió la expansión de la construcción pública y privada".

Luis Caramés comparte que hacer predicciones es una "temeridad", pero difiere al pintar un porvenir un poco más sombrío. "Con demografía regresiva y desempleo, al lado de una baja competitividad, el diagnóstico ha de ser pesimista". No obstante, subraya que "hay que tratar de preservar las prestaciones fundamentales y darle un mayor protagonismo a la sociedad civil" porque "el Estado no lo podrá hacer todo, pero tiene que despojarse con urgencia de burocracia y procedimientos decimonónicos".

También Manzano, que ve en la crisis "la principal culpable" de la situación actual, opina que "el Estado del Bienestar que veremos tras una eventual recuperación será distinto" porque "los modelos de sociedad no son inmutables". Cree que "la mejora de la economía debería permitir recuperar y mejorar prestaciones, aunque siendo conscientes de que tenemos que hacer sostenible el Estado del Bienestar". En ese sentido, supone que "será difícil volver a ver iniciativas como la Ley de Dependencia".

En todo caso, mantiene que "la viabilidad" futura del Estado del Bienestar en España "depende de que seamos capaces de cambiar un modelo económico productivo". "Tenemos que convertirnos en una economía más productiva apostando por la educación, el conocimiento y el emprendimiento. Esta será la mejor garantía para garantizar las prestaciones y la justicia social", proclama.

Para la decana de Económicas de Santiago el destino del Estado del Bienestar "está en nuestras propias manos". "Es fundamental que la sociedad tenga como prioridad garantizar las mínimas prestaciones para una vida digna, y eso depende de las organizaciones sociales y los acuerdos a los que se pueda llegar". No obstante, concede que "la recuperación de los niveles de Estado del Bienestar tardará años en lograrse". "Es preciso en primer lugar", señala, "una recuperación del empleo, y aún estamos lejos". "El principal problema es el paro y este debería ser la prioridad; por ejemplo, habría que controlar que los créditos a la banca se tradujeran en crédito para las empresas", añade.

Alberto Vaquero defiende que "la equidad tiene que estar garantizada por el sector público". Parece "increíble", dice, "que las Administraciones no puedan atender las demandas de los que menos tienen y tenga que ser la solidaridad de las personas la que esté ayudando en situaciones extremas". Al igual que Emilia Vázquez sostiene que la "única manera de salir de la crisis es generando empleo" y considera que "los recortes sociales, la reducción de salarios y empeorar los contratos no ayudan para nada". Para Vaquero, los gestores públicos "deben tener la capacidad para llevar a cabo actuaciones que permitir la generación de empleo" porque, recuerda, en el modelo de financiación de la Seguridad Social "lo que entra por cotizaciones sociales es lo que sale para pagar las pensiones y el resto de prestaciones aseguradas". "Solo así se podrá garantizar el Estado del Bienestar", concluye.

Es obvio que en una situación de crisis resulta más difícil financiar los servicios públicos del Estado del Bienestar y que ciertos ajustes coyunturales acaben siendo obligatorios. Otra cosa es que se aproveche el momento de desconcierto para socavar los fundamentos y dinamitar compromisos.

Sobre lo primero, el rey de Holanda nos ha brindado un buen ejemplo. Dice que hay que sustituir el Estado del Bienestar tradicional por una sociedad participativa en la que los ciudadanos incrementen su responsabilidad sobre sus vidas. Desde luego, esto suena mucho mejor que decir que cada palo aguante su vela o que lo que toca en adelante es buscarse cada uno la vida. Pero quiere decir lo mismo. Por supuesto que es necesario repensar el compromiso ciudadano y la cultura de la responsabilidad en la sociedad. Un ejemplo: a una educación universitaria pública de calidad con tasas reducidas, le debe corresponder alumnos que apliquen el máximo esfuerzo en sus estudios. No me parece mal, al contrario, que un alumno que suspende una asignatura, tenga que pagar el coste real del servicio en su segunda matrícula y sucesivas de esa materia.

Sobre dinamitar compromisos, la universidad nos brinda otro buen ejemplo. La idea de vincular tasas con nivel de renta de los padres es la mejor manera de alienar a las clases medias respecto a los servicios públicos. Ante el repago (vía impuestos y tasas) habrá muchos que pasen a defender el servicio privado y el abaratamiento del público para rebajar impuestos. Que el servicio público sea algo para pobres. De esto saben algo en Estados Unidos. Los servicios públicos no pueden discriminar a nadie, tampoco a los que tienen más. Los más acomodados deben pagar más impuestos, pero no soportar barreras de acceso a los servicios públicos.

*Catedrático de Economía Aplicada de la Universidade de Vigo

@SantiagoLagoP