La economía social genera el 6,5% del empleo en Europa y los expertos coinciden en destacar su mayor resistencia ante la destrucción de puestos de trabajo y la inseguridad laboral derivadas de la crisis. Cooperativas, mutualidades, fundaciones y asociaciones combinan rentabilidad y solidaridad gracias a gestores que a su formación financiera añaden valores sociales. Sofía Franco (Vigo, 1985) se prepara en la universidad francesa de Reims para ser uno de estos profesionales.

"Mientras estudiaba Administración y Empresas empecé a darme cuenta de que no me imaginaba trabajando en ciertos lugares. Fui abriendo los ojos al mundo y ahora no me veo en una empresa que solo busque el beneficio por el beneficio y donde no existan valores como la responsabilidad moral, la solidaridad o la democracia"; reconoce esta joven economista que también acumula experiencia como voluntaria en proyectos educativos y culturales tanto en España como en el extranjero.

Tras cursar un máster en Relaciones Internacionales en la Autónoma de Barcelona, Sofía solo encontró un posgrado relacionado con la economía social en nuestro país, a pesar de que suma más de 45.000 firmas, así que decidió marcharse a Francia. "Aquí supone el 10% del empleo y el Gobierno cuenta desde 2012 con un ministro-delegado en la materia. No son empresas que forzosamente realicen actividades de tipo social, sino que se definen por su funcionamiento democrático. De hecho, las podemos encontrar en el sector de la restauración, el turismo, e incluso autoescuelas asociativas", aclara.

A Sofía no le faltaron arrestos para emprender su aventura gala en septiembre de 2010. "Decidí irme a Marsella donde vivían unos amigos. gallegos. No sabía ni una palabra de francés y me fui con dinero para un mes. Si no me salía bien, al menos lo habría intentado. Pero a los 10 días me contrataron en una tienda de zapatos españoles. Todavía no sé cómo pude hacerlo sin hablar el idioma", confiesa entre risas.

Gracias a este empleo y al que consiguió después en una estación de esquí en los Alpes pudo pagarse las clases de francés y lograr el nivel avanzado que exigen las universidades. El máster de Gestión en Empresas de Economía Social que cursa en Reims combina las clases en el aula con las prácticas en la Federación Regional de Casas de Juventud y Cultura (FRMJC).

"En la universidad española apenas se hacen prácticas, mientras estudié en Vigo no realicé ninguna, por eso me gustaba esta doble vía", destaca Sofía, que participa en un proyecto de cooperación entre comunas -o municipios- en el ámbito de las asociaciones.

"El país ha emprendido una reforma para darle más poder al territorio y, en este proyecto, hacemos de puente entre las asociaciones y los políticos para que ellos sepan qué hacen y puedan trabajar de forma conjunta", explica.

Además de sus prácticas para el máster, la joven viguesa colabora de forma voluntaria en iniciativas como la que la llevó a dar charlas en colegios para impulsar la movilidad europea. "En la FRMJC siempre me proponen actividades como embajadora o traductora y, para mí, todo son oportunidades de cara a mi futuro laboral", destaca.

Sofía tiene claro que se quedará en Francia cuando termine su máster. Ya se ha acostumbrado al carácter de nuestros vecinos: "Son un poco cerrados, pero la clave es vivir con ellos desde el principio y aprender el idioma. Si los conoces te das cuenta de que son gente simpática, como los españoles. A mí me hace gracia lo mucho que hablan. Les encanta analizarlo todo y reflexionar, aunque tengan 20 años".

Asegura que los galos no se acaban de creer los escándalos de corrupción que han dado el salto desde España a la prensa internacional y, ahora que su economía empieza a tener malos datos, cree que se comportan de forma un tanto "victimista". "Ya dicen que acabarán como España, pero es imposible, aquí nadie concibe acabar una carrera y no encontrar trabajo", sostiene.

Respecto al matrimonio homosexual, que aprobó recientemente la Asamblea gala, Sofía defiende que ha trascendido una falsa imagen de los franceses: "Le han dado más importancia a las manifestaciones en contra, pero éste es un país muy laico y la inmensa mayoría están encantados".

Las clases y el trabajo le han mantenido tan atareada desde que empezó el curso que asegura no haber tenido tiempo para añorar el mar. A cambio la región de Champagne-Ardennes le ofrece un paisaje "muy bonito" tapizado por los viñedos que le dan nombre: "Aquí celebran todo con champán, lo beben como Coca-Cola".