Bankia, el símbolo de la catarsis financiera de España, ha hecho valer su consideración de sistémica en la presentación de resultados correspondientes a 2012. Es tan grande y ha cometido tantos errores que sus números rojos ascendieron a 19.193 millones de euros el pasado ejercicio, una cifra récord en la historia empresarial española. El dato, que se había avanzado hace semanas, se explica en gran medida por los saneamientos efectuados para limpiar de su balance los restos de la resaca inmobiliaria. 23.907 millones para cubrir su cartera de ladrillo, de mora entre particulares o el deterioro de sus participadas. La entidad promete que devolverá las ayudas públicas recibidas, pero no especificó si se refiere a la inyección de 17.959 millones del pasado diciembre o a los 36.000 millones que acumula como ayudas desde la creación de BFA, su matriz.

"El reto es hacer de Bankia una entidad rentable que permita devolver a la sociedad el apoyo que nos ha prestado", expuso ayer su presidente, José Ignacio Goirigolzarri. Es el mismo mensaje que la entidad está intentando expandir entre la opinión pública y su clientela en una campaña publicitaria. Y, vistos los datos, tiene muchos retos que solventar.

Uno de los principales, la fuga de pasivos de su clientela por 15.653 millones en apenas un año, que es lo equivalente a la riqueza que genera Galicia en todo un trimestre. Solo en cuentas corrientes y de ahorro perdió 7.633 millones, por la retirada de otros 8.020 millones en el resto de depósitos minoristas a plazo. También Bankia cerró mucho el grifo a su clientela, tras pasar de 184.110 millones netos a cierre de 2011 a 134.177 millones en 2012 (una contracción del 27,1%). La compañía explicó que el descenso se debió "principalmente por el traspaso al banco malo (o Sareb) de créditos inmobiliarios por un valor neto contable de 16.405 millones". Pese a esta explicación, Bankia se sumó a una práctica generalizada en la banca española. ¿Cuál? La de aumentar su exposición ante las administraciones públicas españolas, donde aumentó sus créditos en un 36,1%. Esta práctica, conocida como crowding out en el argot financiero, significa que la deuda pública acapara el crédito de las entidades financieras, que dejan de prestar capital a las empresas o familias.

Goirigolzarri se mostró convencido de que el Estado -que controla el 100% de la entidad- podrá salir de su capital en 2015, un objetivo hercúleo. Incide el banquero en que "las ayudas a otras nacionalizadas no se recuperarán", algo que no sucederá con Bankia según sus planes. Con un 13% de morosidad, su estrategia pasa por adelgazar costes operativos (tiene un ERE en marcha para 4.500 personas) y mantener sus más de 7 millones de clientes, que ya están pagando un punto más de media por las hipotecas o los créditos al consumo. Bankia necesita "confianza", difícil tarea teniendo en cuenta que sus acciones valen un 89,1% menos que hace un año.