A Manuela, una vecina de Vía Norte de 58 años, el lugar de encuentro le quedaba casi al lado de casa. Pero no dudó en llegar “lo antes posible”. “Mire, tengo mi cartilla de toda la vida en Caixanova. Es poco dinero [hay que frenarla porque está dispuesta a decir cuánto], pero quiero que siga así”, explica mientras se abre paso para acercarse a la pancarta que encabeza la protesta contra la posible fusión de las cajas gallegas convocada por el alcalde de Vigo. Detrás, al amparo de los flashes de los fotógrafos, Abel Caballero da los primeros saltos con el sonido de fondo de Troula, una pequeña comparsa de sonidos brasileños encargada de la única banda sonora prevista. No hay consignas. Son las ocho y cuarto de la tarde y comienza una manifestación “histórica” para el concello, que calcula “más de 300.000” participantes.

Fue la única cifra oficial , pues la Policía Local y la Nacional no quisieron ofrecer datos. Distintos medios de comunicación presentes en la movilización calculaban que hasta 30.000 ciudadanos habían salido a la calle. La gran mayoría coincidía en que la protesta fue masiva. Desde la oposición, PP y BNG, reducían la concurrencia entre 5.000 y 20.000 personas.

La cabeza de la manifestación, con Caballero y todos los concejales socialistas en piña secundándolo, pronto quedó diluida en medio de la marea humana que se fue aglutinando conforme avanzaba el recorrido. Muchos de los ciudadanos que esperaban el paso en las aceras de Urzáiz acabaron colándose entre los coches de la policía local y de la organización.

Uno de ellos, Juan, a punto de acabar Empresariales, reconoce que se acercó “por morbo”. “A ver cuánta gente venía con todo lo que se está diciendo”, asegura, sin ninguna opinión “clara” sobre si la operación es buena o no. “Pero ha venido mucha gente, ¿no?”.

La sede de Caixanova, un lugar emblemático, protagonizó la única parada voluntaria de la manifestación, sin contar las pequeñas interrupciones por la acumulación de gente. Los tambores de Troula tocan más fuerte. “Póngalo usted ahí -reclama uno de los participantes al periodista-, que no nos coman a Caixanova”.

Sin insignias políticas

Sin llegar a una metáfora tan profunda, ése es el lema que acompaña a toda la manifestación. Pola defensa de Vigo. Non á fusión das caixas. La reclamación se extiende por las miles de enseñas dispersas entre la multitud. El otro símbolo, la bandera de Vigo. Ninguna insignia más, ni siquiera del único partido que mostró su respaldo al acto, el PSOE. A la mitad de Policarpo Sanz sigue sin verse la cola.

Quizás por casualidad, en la ventana de la sede de uno de los sindicatos aparece colgado el cartel de “Nunca Máis”. La frase que dio la vuelta a Galicia tras la catástrofe del Prestige renace a la llegada a Porta do Sol, envuelta en aplausos para recibir a Caballero y a su proclama de que no se repita “un ataque a Vigo como éste”. Más de quince minutos tarda en poder subirse al escenario, acompañado de Juan García, de Vigo por Vigo, y del pintor Quesada. Tres veces da las gracias antes de comenzar a leer el manifiesto y otras tres veces más al finalizarlo. El regidor reconoce que está “muy emocionado”. “Hay un antes y un después de esto, mañana seguiremos trabajando y con la mano tendida a toda Galicia, pero que se nos escuche”, exige. A su lado empiezan las cábalas. “¿Hay más gente que con lo del Estai?”, se preguntaban dos señoras.