El final de Emilio Pérez Touriño al frente de la Xunta está siendo convulso y no poco sorprendente. Desde que perdió las elecciones el 1-M, el todavía presidente gallego -hoy vivirá su último día- ha mostrado una dosis de agresividad desconocida para el conjunto de los ciudadanos (que no para sus colaboradores más estrechos). Sin embargo, la perplejidad se acentúa al observar los destinatarios de sus dardos dialécticos. Entre los socialistas gallegos no han extrañado tanto los mensajes desabridos remitidos a su sucesor Alberto Núñez Feijóo -a quien siempre se ha dirigido con el impersonal “este señor”-, como la inusitada beligerancia manifestada contra el Gobierno de Madrid y, en especial, contra la ex titular de Fomento, Magdalena Álvarez por su gestión sobre la Alta Velocidad a Galicia. Pero lejos de detener sus críticas en ella, su tono reivindicativo ha continuado una vez que ha tomado posesión del cargo su paisano y, en teoría, compañero, José Blanco. “Ha desperdiciado la oportunidad de irse como un señor”, resume un dirigente socialista.

Y es que la actitud de Touriño respecto al AVE gallego es, cuando menos, llamativa. Durante años y hasta el último día de campaña, defendió públicamente los plazos del ministerio. Es más, desmintió cualquier información que los situase más allá de 2012. Ahora, fuera del poder, revela que hasta nueve tramos permanecen desde hace meses “en el cajón” de Fomento, y urge a Blanco a que los ponga en marcha. La metamorfosis de Touriño es radical: la avestruz, que metía la cabeza bajo tierra para no ver la realidad del AVE, se ha convertido en un halcón.

Ese cambio de discurso, en el que ha contado con el entusiasta apoyo de la ex conselleira de Política Territorial, María José Caride, ha caído como una bomba entre la dirección del PSdeG, que intenta acompasar contrarreloj su mensaje al de Blanco: no es la hora de plazos, sino de analizar cómo están los tramos, cuáles son las prioridades, llegar a un acuerdo con la Xunta de Feijóo y luego “decir la verdad a los gallegos”.

Ajeno a la nueva táctica, Touriño sigue empeñado en reclamar a Fomento que cumpla su palabra. Así el pasado martes, después de la primera sesión del debate de investidura, durante una reunión del grupo socialista, instó a su portavoz, Xaquín Leiceaga, a que plantease al presidente Feijóo la necesidad de exigir al Gobierno de Zapatero que garantice 2012 como finalización del AVE. Su petición causó, primero, estupor entre los asistentes y, segundo, indiferencia. Sus palabras cayeron en saco roto. Ni caso. “Se cree que todavía sigue mandando; sigue pensando en clave de pasado; la verdad es que en el grupo no extrañaremos su marcha”, resumía un diputado el sentir general.

En Fomento han escocido sus palabras. Blanco aspira a abrir una etapa en el ministerio basada en “la implicación y la leal colaboración” de la Xunta del PP, y Touriño parece decidido a dinamitarla, dando balas al discurso popular: Fomento mintió y debe rectificar. “Blanco ha tomado nota”, avisa un dirigente socialista.

Según fuentes próximas a Fomento, la decisión de Caride de sumarse a esa “política suicida” ha echado por tierra su fichaje por el ministerio como alto cargo. “Es ilógico que participe en un Gobierno una persona que siembra dudas sobre él, pero estaba casi hecho. Pero ella decidió con sus declaraciones ligar su destino al de Emilio”, aclara un dirigente del PSdeG. Porque lo cierto es que Blanco está recurriendo a gallegos para formar su equipo más próximo. Fernando González Laxe dirigirá Puertos del Estado; Juan Lema, probablemente Aena, y Manuel Ameijeiras, Aviación Civil. Este último caso es singular, porque Ameijeiras es amigo personal de Touriño. O, quizá, lo era. “Emilio interpretó como una traición haberse ido con Blanco”, aseguran.

Aislado, apenas le quedan leales, y con un discurso a la contra, Touriño se resiste a dejar el primer plano de la política. Es más, personas que lo conocen bien defienden que un día después de su dimisión ya se había arrepentido. “La presión de Blanco lo obligó, y eso no se lo perdona”, revelan. Pero, por mucho ruido que haga, su liderazgo es pasado. “En el fútbol se diría que Emilio está en fuera de juego: todos los goles que quiera meternos serán anulados”, sentencian fuentes socialistas.