Un indiano que vuelve a tierras gallegas con el bolsillo lleno y se plantea dar un lavado de cara a su pueblo natal. Y crea una fundación. Hay casos, incluso, en la historia de estas instituciones en Galicia de emigrantes que constituyeron un patronato para la recuperación de fuentes. Desde su nacimiento, allá por mediados del siglo XIX, las fundaciones han cambiado mucho. Mantienen su filosofía, su esencia, la de ayudar sin esperar nada a cambio, aunque los campos en los trabajan sean ahora más y más diversos. El vertiginoso crecimiento en los últimos años de la economía tiene mucho que ver con el también incesante aumento del número de sociedades que operan en el sector. ¿Cuántas hay actualmente en Galicia? La cifra es elevadísima. 646 están inscritas como fundaciones de interés gallego en el registro autonómico y otras 14 en proceso. Pero no todas están activas. En una de cada seis, en 161, no consta ningún tipo de actividad, así que en teoría no pueden aprovecharse de ninguna ventaja fiscal.

"A los fundadores de ayer -cuenta Carlos Paramés, el secretario general de la Asociación Española de Fundaciones-, que eran la Iglesia, la nobleza, los indianos, las personas y familias con recursos y voluntad de servicio, se han unido empresarios, empresas, universidades, colegios profesionales, cajas de ahorro, administraciones públicas". De ahí el cambio "cualitativo" que han experimentado. De la dedicación casi exclusiva a los problemas sociales, a la educación y cultura, pasando luego por la salud, la cooperación al desarrollo, la reivindicación de los derechos, hasta preocupaciones más actuales como el medio ambiente y el desarrollo local y regional.

El panorama de las fundaciones gallegas es un buen ejemplo de esta evolución. La más antigua que consta en el registro autonómico es el Ropero Escolar de la Escuela de Lejo en la diminuta aldea de Neira de Xusa, en el ayuntamiento de Baralla (Lugo), que ponía prendas de abrigo a disposición de la gente con menos recursos. Fue creada en 1760. La mayoría de instituciones que la siguen en la cronología están vinculadas a hospitales, asilos o colonias de estudiantes, vinculadas muchas veces a personajes muy populares de esa etapa en la comunidad, como Juana de Vega.

Casi 150 de las fundaciones abiertas en Galicia se constituyeron a partir de 2003. Al sector público de la comunidad, impulsadas por el propio Gobierno gallego, pertenecen 66. Su funcionamiento está regulado por la ley que la Xunta -las doce consellerías ejercen la función de protectorado, que sirve de asesoramiento, apoyo técnico y control para velar por la legalidad de las entidades- aprobó en diciembre de 2006 para todas las fundaciones declaradas de interés gallego y que será desarrollada en un par de reglamentos, incluido uno para el registro, actualmente en fase de consulta.

El principal beneficio fiscal que tienen las fundaciones es un tipo impositivo especial, del 10%, para el Impuesto de Sociedades, con la excepción de las donaciones y subvenciones, los rendimientos de patrimonio o las rentas derivadas de adquisiciones o de transmisiones de bienes o derechos de la institución. Del IVA están exentas sólo en determinadas prestaciones de servicios educativos, culturas, sociales, deportivas o de asistencia sanitaria. Un arma de doble filo, según Paramés. "Lo mismo sucede con las fundaciones que realizan actividades de forma gratuita -explica-. Al no repercutir el IVA no pueden deducirlo en sus adquisiciones de bienes o servicios, por lo que éste se convierte en un gasto que retrae parte de sus recursos". Desde la Asociación aseguran que si las fundaciones están sin actividad, tampoco tendrán derecho a las bonificaciones. "El proceso de disolución es tan complicado como el de creación, tiene que hacerse ante notario, por eso hay muchas que siguen inscritas aunque no funcionen".