La persistente sequía no solo provocó a finales de este año la alarma por la escasez de agua y la adopción de restricciones sino que también originó un nuevo enfrentamiento entre Concello y Xunta por su calidad. Así, el presidente de la Administración autonómica, Alberto Núñez Feijóo, se mostró convencido de que los vigueses "no se merecen el agua que en este momento está llegando a sus casas" por los problemas en la potabilizadora de O Casal e instó al municipio a modernizar esta instalación.

Sin embagro, para el alcalde, Abel Caballero, el problema radicaba en la escasez de agua en el embalse de Eiras, que apenas superaba el 37% de su capacidad, y no en la planta. Las reservas en Zamáns no superaban el 34,5%.

Ante la detección de altos niveles de hierro, la Xunta urgió al Concello a aportar más datos sobre la potabilidad del agua, a lo que la administración local respondió que se realizaban análisis cada cuatro horas.

Por otro lado, y en previsión de que las lluvias no llegaran, Xunta y concellos acordaron un trasvase del Verdugo para reforzar el suministro de Vigo y su área, una decisión que topó con la oposición de municipios como el de Ponte Caldelas. El coste era de 5,5 millones y Vigo pagaría el 80%. Finalmente, llegó la ansiada lluvia con la tormenta "Ana" que, en apenas dos días, duplicó las reservas en Eiras y Zamáns, ambos por encima del 73% de su capacidad.

La sequía terminó pero los enfrentamientos por la potabilidad del agua y los cruces de acusaciones entre administraciones continuaron durante unos días más.

El Concello vigués reclamó a la Xunta la elaboración de un plan para blindar el abastecimiento de agua a Vigo hasta 2050. El objetivo es evitar futuros problemas para paliar los efectos de las sequías.