El Congreso de los Diputados hizo arrancar ayer la XII Legislatura sin la emoción primeriza con la que se vivió la del pasado 13 de enero, cuando los diputados de los partidos emergentes y su "atrezzo" de rastas, niños y besos furtivos hicieron más amena y vistosa una sesión de por sí anodina y con, a priori, escaso contenido político.

Furtivos fueron los diez diputados nacionalistas que escurrieron el voto para que la Mesa tuviera mayoría de centro-derecha. En sobre cerrado no entran moscas, pero puede caber un grupo parlamentario.

Sin embargo, pese a la normalidad de la sesión, una primera cita es una primera cita y alguno eligió vestuario pensando en el qué dirán. El jornalero del SAT Diego Cañamero, cabeza de lista de Unidos Podemos (UP) por Jaén, llegó a la Carrera de San Jerónimo ataviado con una camiseta alusiva a Andrés Bódalo, el miembo de su partido encarcelado por una agresión.

Los diputados de Compromís, a juego, lucieron un estampado con el lema "no nos resignamos, otro gobierno es posible", mientras que el representante de EH Bildu Oskar Matute anunciaba llevar "sangre minera, semilla guerrillera" en la pechera.

Cuatro horas y media de sesión dan para mucho. Para votar dos veces hasta que el pacto entre PP y Ciudadanos hizo presidenta a Ana Pastor y, en el ínterin, buscar Pokémons por el hemiciclo -sin éxito, según informa "Efe"-, el comentario de la jugada entre rivales políticos como el popular Rafael Hernando y los líderes de Podemos o jugar a las sillas musicales como una despistada Celia Villalobos, que empezó sin asiento, pasó un rato por la segunda fila y acabó en el "gallinero" alejada de la tentación del Candy Crush.

El único incidente registrado en la tribuna de invitados tuvo lugar tras la designación de Pastor. En protesta por su elección, el joven Víctor Taibo, miembro de la Plataforma de Víctimas del accidente de Angrois e hijo de la exdiputada autonómica del PP Teresa Gómez Limón, profirió un grito y lanzó un papel al hemiciclo.

En la ronda de juramentos, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón reeditaron, puño en alto, la fórmula de acatar la Constitución para cambiarla. Los diputados de su formación aderezaron sus promesas, como ya hicieran en enero, con invectivas y letras de canciones como el "O pobo e quien mais ordena" del Gràndola Vila Morena de la Revolución de los Claveles, entonado por los diputados de la confluencia gallega.Sofía Castañón, clamó contra la violencia machista. "Las queremos a todas vivas", dijo.

Estas extensas promesas podemistas levantaron abucheos en las filas del PP. Pastor se vio pronto en el trance de Patxi López y no le quedó otro remedio que pedir "silencio". Algún diputado conservador preguntó a gritos y sin mucha gracia a Carolina Bescansa por su hijo, Diego, y cuando sus señorías pedían ya la hora, se vivió el único momento de tensión de toda la sesión.

El comunista Manolo Monereo y el socialista José Zaragoza se enzarzaron a costa de la mala educación o las malas compañías. El diputado de Unidos Podemos pedía "un poquito de urbanidad", mientras que Zaragoza le recordaba "la pinza, de Anguita y Aznar".

También se escuchó un juramento original en las filas conservadoras. La diputada gallega del PP, Tristana Moraleja, que regresa a la Cámara esta legislatura, aprovechó para dejar clara su "lealtad al Rey".

Barberá en el Senado

En el Senado, aparte de la escandalera entre senadores del PP y Podemos y de que ayer no funcionaba el servicio de traducción, el protagonismo fue para Rita Barberá. La senadora por Valencia recibió la mayor bronca de la tarde y, para rematar, las cámaras le cazaron una desafortunada frase cuando departía con sus compañeros. "No he dormido nada, estoy deseando llegar a Valencia para meterme en la cama", dijo.