-¿Era, como dicen, un adolescente muy serio?

-Sí, muy serio. Quizás en aquella época, y debido seguramente a su edad era también un poco tímido, pero tenía curiosidad, él preguntaba, se interesaba y tenía ganas de aprender y saber. Es más, yo era interventor de la Escuela Naval y le di alguna pequeña charla, es cierto que no le interesaban los números [sonríe], pero un día no sé cómo preguntó al tutor y este me pidió que me pusiese en contacto con él, entonces charlamos sobre cómo se hace la fiscalización de cuentas en la Armada, cómo funcionaba el Presupuesto del Estado en relación a la Marina, lo caro que resultaba mantener un barco, esas pequeñas curiosidades, y comprobé que tenía un gran afán de saber dónde estaba y con ánimo de la información que llevase y lo que aprendiese le sirviese posteriormente para el cargo que ocuparía. Y los profesores, por supuesto, estaban muy dispuestos a formarlo y él se integró perfectamente.

-El día en que recibe su despacho se reunieron tres generaciones de la Casa Real.

-Efectivamente, el conde de Barcelona entonces vivía y él recibió el despacho con su promoción después del viaje en el Elcano. Él al año siguiente se fue a la Academia General del Aire, ya que aquí solo estuvo un curso, de modo que esperó y cuando a su promoción le entregaron su despacho de alférez de navío, él vino también a recibirlo con sus compañeros. Él forma parte de una promoción que actualmente son tenientes coroneles, en la marinera capitanes de fragata.