-¿Qué diag- nóstico hacen de España?

-España tiene muchos problemas: el económico, el de su encaje en Europa, la corrupción, la degradación de la autoridad, pero el que primero va a estallar es el de la desintegración, el de la falta de unidad tras unos devenires en los últimos años que se han disparatado y que van a provocar una crisis del sistema político vigente que comenzó tras la muerte de Franco.

-¿Habla de un agotamiento del régimen democrático?

-Sí y sin alarmismo.

-Es curioso que este tipo de análisis proliferen ahora entre personas que, como usted, protagonizaron la Transición.

-Es normal. Ya no estamos en la política activa y no tenemos el compromiso de mantenernos en lo políticamente correcto. Además, vemos con pena lo que sucede porque hemos vivido con mucha ilusión el acertado proceso de transición de una dictadura a una democracia.

-¿No fallaron en nada?

-Habremos fallado en algunas cosas.

-¿Acertaron al definir el modelo territorial de España?

-Nosotros propusimos un modelo territorial sustentado en una Constitución que se ha violado en innumerables ocasiones. De esas violaciones no tenemos la culpa.

-¿Quiénes son entonces los violadores?

-La Constitución ha sido violada por todos: a veces por las comunidades autónomas, otras por los pactos entre partidos con el Gobierno de turno y hasta por la oposición.

-Usted fue uno de los principales impulsores de ese Estado de las autonomías, ¿se equivocaron al apostar por el café para todos?

-Cuando murió Franco, en Cataluña y en el País Vasco no había hambre de autonomía, sino de diferencia. Lo que querían era que España reconociese que eran diferentes. Las reclamaciones de autogobierno fueron posteriores. La Constitución no divide a España en comunidades autónomas, permite crearlas y las concibe y regula como diferentes. La Constitución habla de Estado, provincias y municipios, pero todo eso se quebró y se apostó por la unificación. Ésa es la razón que me llevó a salir del Gobierno de Adolfo Suárez en mayo de 1980. Se lo dije muy claro al Presidente: la igualación no era lo que habíamos establecido en la Constitución.

-¿Auguró usted hace más de 30 años la deriva soberanista que iba a tomar Cataluña?

-Sí. Al igualar todos los territorios vendrían las regiones con ansia diferencial y, para diferenciarse, pedirían más competencias, se las daríamos y así hasta que la única forma de ser diferente fuese pedir la independencia.

-Así que la situación de desintegración de España que denuncia es también responsabilidad de Adolfo Suárez.

-Con Suárez ya se cometieron errores que pusieron en marcha la espiral diabólica de independentismo que sufrimos ahora. Ahora es imposible volver a establecer las comunidades autónomas diferenciadas. La Constitución de 1978 era federal y no se llamó así porque políticamente no era correcto. El federalismo en España lleva establecido desde hace más de 30 años.

-¡Pues vaya usted a convencer de esto a catalanes y vascos!

-Imposible porque además vascos y catalanes no juegan nunca juntos. Se van turnando a la hora de reclamar al Estado. Artur Mas pide ahora lo mismo que pedían los terroristas de ETA en 1978: la independencia.

-Pero Artur Mas no asesina.

-Pero contribuye a una situación de agotamiento del sistema político que puede acabar en una revolución.

-¿Se refiere a una guerra?

-Revolución no es sinónimo de guerra. Puede haber cambios de régimen no violentos. El régimen caería por agotamiento y el riesgo de que haya una guerra tampoco hay que descartarlo. Las desintegraciones territoriales suelen producir guerras y suelen además ser muy sangrientas y dolorosas para las regiones independentistas. Las revoluciones son impredecibles. La primavera árabe, sin ir más lejos, ha cambiado dictaduras tolerables por fundamentalismos intolerables.

-¿Qué propone para evitar este riesgo de guerra?

-Reformar la Constitución.

-¿Puede España en plena crisis afrontar una reforma constitucional?

-Una reforma agravada de la Constitución no se puede hacer en época de crisis, pero nosotros proponemos una reforma simple. Lo que queremos es que el Estado vuelva a tener capacidad para gestionar los intereses de la nación. Lo que es inconcebible es que media España se seque y no se pueda aprobar un Plan Hidrológico Nacional por culpa de las comunidades autónomas o que en un tercio del territorio español no puedas obtener enseñanza para tus hijos en castellano.

- ¿No dirime el Tribunal Constitucional estos litigios entre el Estado y las comunidades autónomas?

-El Tribunal Constitucional no soluciona los problemas porque dentro de la propia Carta Magna caben miles de disparates. La política económica del Gobierno es constitucional, pero ha generado seis millones de parados. Además, el Constitucional está muy politizado y no olvidemos que cuenta con magistrados nombrados por las comunidades autónomas.

-Pero Mas y el resto de regiones con aspiraciones de autogobierno piden competencias porque saben que se las van a dar.

- ¡Claro! Porque los dos grandes partidos saben que necesitan a los nacionalistas para gobernar y por eso contribuyen al debilitamiento del Estado. Rajoy ya ha dicho a los catalanes que está dispuesto a hablar de concierto económico. La burguesía catalana no quiere la independencia, pero quiere ese concierto. Y los gallegos, los vascos, los canarios? Todos. Los catalanes ya apuntan a un modelo de estado libre asociado como Puerto Rico.

-A lo mejor es que Rajoy trata de apaciguar esa deriva soberanista con concesiones.

-¿Más concesiones aún? Las políticas de apaciguamiento como las de Rajoy suelen causar a veces la guerra.

-¿No apostó Suárez por esa política de apaciguamiento cuando igualó a las comunidades autónomas?

-Y se equivocó. Nos equivocamos al dejar tan abierto el modelo de organización territorial de España.

-¿Ve una solución pacífica a esta situación?

-Sí y proponemos dos frente a la revolución. Una pasa porque el Estado recupere sus competencias y otra es volver a lo que la Constitución daba a las comunidades autónomas y hacer que el Estado armonice esas competencias de las autonomías. En todo este asunto subyace la malévola doctrina de mutación constitucional que hace que el Tribunal Constitucional avale reformas en la Carta Magna ateniéndose a las circunstancias del momento. Esa doctrina es la que otorgó a Hitler plenos derechos para legislar.

-El sistema electoral basado en listas cerradas y bloqueadas tampoco ayuda mucho a encauzar la grave crisis institucional que sufre España.

-Hablamos de un sistema de listas que no representan al pueblo ni al distrito, sólo al que las diseña. Yo soy partidario de un sistema combinado entre el mayoritario y el proporcional. En Alemania ya se da este modelo, pero todos los sistemas electorales tienen sus defectos. La apertura de las listas puede contribuir a esa regeneración política que demandan los ciudadanos.

- ¿Ve usted a algún líder preparado para iniciar esa regeneración?

- El líder de un movimiento es alguien que no tiene que existir a priori, lo crea la propia circunstancia. En este momento no veo a nadie capaz de impulsar ese liderazgo de regeneración política.

-Decía esta semana el también exministro de la UCD Alfonso Osorio que en las Cortes de Franco había más libertad para hablar que en el actual Parlamento.

-Nunca estuve en las Cortes de Franco, pero puede que esa afirmación sea cierta. Los diputados dicen ahora solo lo que les dejan decir los partidos a los que pertenecen. Con Franco no se podía discrepar, pero tampoco veo yo ahora que se discrepe mucho en el Congreso con el líder que te ha sentado en el escaño.

Más aire a las comunidades autónomas y debilitar aún más al Estado español. Esta es una de las conclusiones del Aula Política del Instituto de la Democracia que preside José Manuel Otero Novas. El equipo del exministro presenta hoy en la Universidad CEU San Pablo de Madrid una propuesta para evitar "los traumas indeseables" que se producirían ante una caída del régimen que ven no muy lejana. Todo se iría al traste en un plazo máximo de cinco años, aseguran, "salvo que en ese momento haya prevista, y sea posible aplicar, una fórmula de reforma de la Constitución que permita volver a lo previsto en 1978 pro vías constitucionales, democráticas y pacíficas", aseguran los redactores de esta extensa propuesta de 163 páginas.

Entre las ideas que lanzan está la supresión del Senado, "una institución que se ha convertido en un cementerio de elefantes", lamenta Otero Novas. Abogan además por acabar con los debates de investidura y con las votaciones de totalidad a leyes como las de los Presupuestos del Estado. "Al presidente del Gobierno lo eligen los ciudadanos y se acabó", subraya el exministro gallego, quien además defiende la necesidad de que los magistrados del Tribunal Constitucional sean vitalicios para esquivar las presiones de los partidos que los proponen.

"Es importante acabar con todas estas fuentes de conflicto para fortalecer a España", asegura el abogado en asuntos empresariales.