No se les ocurrió otra cosa mejor que darse el lote frente a la sede del PP, en la calle Génova de Madrid. Día 9 de abril de 1990, primavera en la capital de España, y aquellos dos llevaban horas manoseándose en el interior de un coche. Seguro que la gozaban, pero nunca sabrá esta pareja cuánto inquietaba con sus tocamientos a Francisco Álvarez-Cascos.

Porque aquella jornada -todo ello se detalla en "Cascos, el poder en la sombra", la biografía del exministro de Fomento y hoy líder de Foro Asturas escrita por los periodistas José Manuel Piñeiro y Eduardo García- fue el día en que estalló el "caso Naseiro", el escándalo sobre supuestos cobros de comisiones ilegales para financiar el PP. Tomaba su nombre de Rosendo Naseiro, tesorero del partido. La alusión a la fogosa pareja viene a cuento porque en esas primeras horas de nerviosismo, el que entonces era secretario general del PP hizo dos cosas. Una, "trasladar" junto a Juan José Lucas todos los papeles que había en el despacho de Naseiro hasta vaciarlo (por si se producía un registro) y, dos, salir a la calle a comprobar si aquellos dos eran lo que parecían -enamorados en acción- o si en realidad se trataba de espías.

El "caso Naseiro" le estalló a José María Aznar recién llegado a la presidencia de un PP refundado tras el retiro de Fraga. Pero también puso a prueba la capacidad de quien desde el año anterior ya era secretario general del partido y que veinte años después, en 2011, consumaría lo imposible: abandonar el PP tras sentirse repudiado por la formación política donde nació, creció y mandó (lo máximo posible); el partido que parecía ser el único amor eterno en su antojadizo corazón.

Aquella estrategia pintó a Cascos ante Aznar como un hombre con "una inteligencia política y una capacidad de reacción fuera de lo común". Fue, a la postre, la misma argumentación que Cascos utilizó esta semana pasada en el juicio por el "Prestige", donde rechazó cualquier responsabilidad en el hundimiento pese a que era el ministro directamente responsable. La culpa siempre es de los demás. O, utilizando sus mismas imágenes: si te mojas, el problema no es que tu paraguas tenga agujeros; si te mojas es que la tormenta es demasiado grande.

El caso es que funcionó. Los inculpados fueron absueltos. Las grabaciones, obtenidas en el transcurso de una investigación por drogas, fueron anuladas. Así que no había pruebas para condenar a nadie.

El juez Pablo Ruz, actual instructor de "Gürtel", va siguiendo el rastro del dinero en esta trama que tiene como principal encausado al empresario Francisco Correa ("gürtel" significa correa en alemán). Rastrea una red de relaciones supuestamente corruptas entre dirigentes y cargos públicos del PP que habría financiado ilegalmente al partido, además de repartir comisiones y regalos suntuosos a cambio de obtener contratas de distintas administraciones. Eso comenzó en los años de esplendor del aznarismo, cuando Cascos era el secretario general del partido.

A mediados de este mes de enero, trascendió que el instructor de la "Gürtel" se ha topado con una cuenta en el Dresner Bank (Ginebra, Suiza) a nombre de Luis Bárcenas que llegó a tener 22 millones de euros en 2007. En 2009, tras estallar el "caso Gürtel", fue vaciada. Además, el diario "El Mundo" publicó que Bárcenas habría repartido sobres con dinero negro a distintos dirigentes populares, sobresueldos que iban de los 5.000 a los 15.000 euros según la categoría del perceptor. La misma información asegura que con la llegada de Cascos a la secretaría general del partido en 1989 esa costumbre se "estandarizó" y que, tras el relevo de Fraga en la presidencia y el ascenso de Aznar, "el político asturiano prosiguió con su costumbre de los sobresueldos en B". Los sobres, según el mismo diario, habrían dejado de circular en 2009 por orden de la nueva secretaria general, María Dolores de Cospedal.

Y toda esta fétida lluvia de millones, supuestamente salida de oscuros manejos por parte de los populares -aunque Bárcenas lo niega rotundamente-, llega como una ciclogénesis explosiva sobre España al tiempo que otra lluvia, pero de millones de parados, anega el país.

Sanchís niega que él estuviera ayudando a Bárcenas a poner a buen recaudo unos millones que quemaban. Asegura que él acudió a Suiza "por otros temas" y que, de paso, Bárcenas le pidió que mirase sus cuentas para que "opinase" sobre sus inversiones bursátiles. Sanchís sostiene que ni firmó transferencias, ni créditos y que a Bárcenas, a quien define como un hombre que siempre ha sido "muy hábil" para los negocios, "le gustaba fardar de que yo supiese cuál era su patrimonio". Aunque el juez no ha logrado determinar dónde está todo el dinero suizo de Bárcenas (sus abogados aseguran que regularizó 10 millones en la amnistía fiscal de Rajoy), las investigaciones apuntan a que parte de esos fondos habrían ido a una empresa llamada Brixco, cuyo principal cliente es la gran empresa frutícola de Sanchís en Argentina, un latifundio dedicado a los cítricos -La Moraleja- que posee tres veces la extensión de la ciudad de Barcelona. El antecesor de Bárcenas en la tesorería del PP se desmarca. Reconoce que puso en contacto a Bárcenas con Brixco, pero ahí se queda. Rechaza que Bárcenas sea su socio en La Moraleja.

Sanchís dejó la tesorería del PP en manos de Rosendo Naseiro, quien también mantuvo a Bárcenas en la gerencia del partido. Tras el escándalo, Naseiro volvió a sus actividades privadas. Pero sus caminos volvieron a cruzarse por su común afición al arte y en el contexto de la investigación de "Gürtel" en 2011. De por medio había un préstamo de 350.000 euros que Naseiro pidió a Bárcenas para comprar cuadros. Naseiro, de hecho, posee una de las mejores colecciones del país de bodegones de los siglos XVII y XVIII. Parte de esta colección pasó al Museo del Prado. Cuarenta obras que fueron valoradas en 26 millones de euros.

Cuando en febrero de 2009 el juez Garzón abrió la investigación contra las empresas de Correa, hasta tres fuentes populares reconocieron que Cascos -entonces retirado de la vida política activa pero aún en el PP- llamó a altos dirigentes populares para que lo tuvieran informado en todo momento de cuanto apareciera en el sumario sobre él mismo y sobre Bárcenas. Públicamente dio la cara por él y defendió su honorabilidad. En privado, diversas fuentes sostienen que en una cena con Aznar y con otros dirigentes del PP montó en cólera cuando alguien planteó que Bárcenas debía dimitir, por el bien del partido. Si por él fuera, muy probablemente, la estrategia a seguir sería la misma que en el "caso Naseiro": resistencia numantina, patadón al balón y todos p'alante. De hecho, hay dirigentes que sostenían que si Bárcenas no presentó antes su dimisión y aguantó hasta el 19 de abril de 2010 fue por consejo de Cascos.

Pero ni Cascos mandaba ya en el PP, ni su presidente nacional era el mismo que en sus memorias se deshace en elogios hacia su actuación en el "caso Naseiro". Ahora manda Rajoy, al que le gusta que los asados se vayan quemando ellos solos en el horno. Y, además, Cospedal ha dictado sentencia: que cada palo aguante su vela.