Abanca finaliza el plan estratégico con el que guió la gestión de los últimos tres años con todos los objetivos cumplidos. Especialmente en lo que respecta a los activos improductivos. La entidad se ha convertido en uno de los grupos financieros españoles más saneados. La que menos créditos dudosos tiene en su balance y con un peso de sólo el 1% de los inmuebles y terrenos adjudicados como pagos de deuda. Eso, junto con el dinamismo comercial -el volumen de negocio de clientes gestionado alcanza ya los 65.000 millones de euros- y un incremento notable de la rentabilidad, situada en el 10,3%, le permitió elevar un 10% su beneficio en 2017, hasta los 367 millones de euros.

La venta de 1.900 millones de euros en activos improductivos sigue adelgazando la morosidad de la entidad, situada al cierre de diciembre en el 4,7%, un 31% por debajo del año anterior y 260 puntos básicos menos que la media del sistema financiero español.

Por el modelo de negocio, la gestión del riesgo, la capitalización y la liquidez, es una de las dos entidades a las que el Banco Central Europeo ha reducido sus necesidades de capital para cumplir con los requisitos de solvencia. Abanca cerró el ejercicio con un ratio de capital del 14,6%, con un exceso de 1.762 millones de euros sobre lo exigido.

Con esa holgura de capital, el presidente, Juan Carlos Escotet, reafirmó esta mañana durante la presentación de las cuentas de 2017 que la entidad está "muy bien posicionada" para "aprovechar las oportunidades que surjan en el mercado", en referencia a posibles compras de otras entidades. Tras los intentos fallidos de una integración de Liberbank y la venta frustrada del negocio del Deutsche Bank en España, Escotet asegura que seguirán vigilantes. Apunta a EEUU y Portugal como focos de interés, sin descartar tampoco España, bajo dos premisas fundamentales: que los negocios sean complementarios y que Abanca mantenga "claramente" el control del capital tras la fusión.