El Banco Central Europeo (BCE) mantuvo ayer inalterado el tipo oficial de interés en el 0,25% (la tasa mínima desde que existe el euro) pese a que la inflación se situó en marzo en el 0,5% de media en la eurozona, muy por debajo del objetivo de mantener el rango de los precios en niveles inferiores pero cercanos al 2%. El BCE tampoco modificó las otras referencias monetarias: el interés que abona a la banca por sus depósitos en el eurobanco (0%) y la tasa que cobra a los bancos comerciales (0,75%) por los préstamos que les concede.

Sin embargo, los mercados, que deseaban algún tipo de acción por parte del banco emisor europeo para atajar el potencial de riesgo deflacionario y que también demandaban nuevos estímulos a la actividad económica, premiaron con alzas bursátiles el anuncio de Mario Draghi, presidente del BCE, de que, si bien se descarta un escenario de deflación, el consejo del banco ha pactado por unanimidad (lo que incluye al alemán Bundesbank) actuar, incluso con medidas no convencionales, en caso de que se detecte el peligro de entrar en una espiral de inflación negativa generalizada y persistente.

La "unanimidad" desvelada ayer por Draghi en una comparecencia televisada alentó el optimismo y la confianza de los inversores porque por vez primera se puso de manifiesto que Alemania estaría dispuesta no solo a que se tomen más medidas convencionales si fuesen necesarias (aunque el recorte posible de tipos ya es marginal, una vez que la tasa de intervención está en el 0,25% desde el 7 de noviembre), sino que también apoyaría la adopción de medidas extraordinarias y excepcionales como ya han hecho otros bancos centrales si se verificase riesgo de incurrir en un círculo vicioso deflacionario.

El BCE niega la mayor y descarta esa eventualidad pero dio a entender que está preparado y con el pleno consenso interno para sacar la artillería pesada, lo que no excluiría la compra de deuda y otros activos e incluso la llamada expansión cuantitativa: permitir un aumento de la masa monetaria para "fabricar" inflación. Esto supondría que dejaría de detraer liquidez ("esterilizar", en el lenguaje del BCE) cuando haga inyecciones y compras de bonos. Con ello se permitiría la relajación de la inveterada disciplina del eurobanco y el aumento del balance del BCE.

Además de esta flexibilización cuantitativa, el consejo del BCE analizó otras armas posibles, como imponer intereses negativos al dinero que los bancos depositan en las ventanillas de la autoridad monetaria, prolongar las subastas semanales de liquidez y otras. Draghi dio por hecho además que los tipos rectores seguirán muy bajos durante largo tiempo.

El presidente del BCE sostuvo que la desinflación actual es consecuencia de factores transitorios y volátiles, como los precios de materias primas y energía. "Los riesgos", dijo, "son limitados". Y precisó: "No vemos riesgo de deflación".

Draghi fue diplomáticamente hiriente con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, quien la víspera pidió más beligerancia al BCE. El presidente del eurobanco, en clave irónica, se mostró reconocido con las atenciones de que es objeto por el FMI y expresó su confianza en que este organismo multilateral también se esmere con la misma dedicación hacia otros bancos centrales.

El anuncio de que el BCE no renuncia a "emitir" euros hizo que esta moneda cediese posiciones frente al dólar. La divisa europea cayó hasta 1,3701 dólares desde los 1,3770. Debilitar el euro es una terapia contra la deflación. La fortaleza de la moneda ha contribuido a la muy baja inflación y está limitando la salida de la crisis con exportaciones. Y las bolsas remontaron. La española marcó máximos desde mayo de 2011: 10.584,10 puntos.