Las entidades financieras han abandonado la contratación de las llamada "hipotecas inversas" tras su fracaso por falta de demanda -los españoles no son partidarios de desprenderse de sus casas, y desconfían de negociar con ellas- y porque para los bancos tampoco es rentable un producto que, en último término, les supone engordar su cartera de viviendas, ya suficientemente nutrida tras el estallido de la "burbuja inmobiliaria". Hay un tercer motivo, que es la falta de seguridad jurídica, por una regulación insuficiente de este producto en 2007, cuando se abordó la reforma del mercado hipotecario.

El economista Fernando Fernández Menéndez de Andés, miembro del grupo de expertos que ha elaborado por encargo del Gobierno la propuesta de reforma fiscal, considera que la hipoteca inversa es la solución para aquellas personas con una pensión baja que tengan dificultades para afrontar una subida tributaria, como la derivada de un incremento del IVA o del Impuesto de Bienes e Inmuebles (IBI).

La hipoteca inversa es un producto financiero diseñado para personas mayores de 65 años o dependientes que se concibe como un préstamo hipotecario sobre una vivienda en propiedad. El sistema consiste en lo siguiente: una persona ya jubilada o con un grado de dependencia severo y una vivienda propia decide asumir una hipoteca inversa para conseguir una renta complementaria de su pensión, pero sin perder la titularidad de su casa. La vivienda es tasada y la entidad financiera o la aseguradora con la que se realice la operación entrega una cantidad de dinero al propietario, hasta un importe máximo determinado por un porcentaje del valor de tasación. Esa cuantía se puede cobrar íntegra de una sola vez o bien establecer una renta temporal o una renta vitalicia. El dinero va generando un interés a favor de la entidad financiera mientras dure el contrato hipotecario. Cuando fallece el propietario de la vivienda o el último beneficiario son los herederos los que deben arreglar cuentas con la entidad financiera, devolviendo la totalidad de los débitos vencidos más los intereses. Para ello pueden liquidar con fondos propios, refinanciar la deuda o bien vender la vivienda. Si ninguna de esas fórmulas es factible, la entidad financiera ejecuta la hipoteca y se queda con el piso.

Fuentes del sector bancario coinciden al explicar que si bien este modelo "funcionó algo, pero poco", durante el "boom inmobiliario", con la crisis su contratación es nula. "Todos teníamos este producto en cartera, pero era más por si alguien preguntaba que porque realmente se contratase. Fue un fracaso", explica una de las fuentes consultadas. Otro alto ejecutivo de la banca indica que "la demanda fue mínima, y ahora, nula. Es un producto que en España fracasó rotundamente".