Mauro F. Guillén, economista y sociólogo leonés formado en la Universidad de Oviedo y la estadounidense de Yale, es catedrático de la Wharton School de Pensilvania, una de las escuelas de negocios más prestigiosas de Estados Unidos. Aboga por cambios de calado en la política económica europea

-¿Cómo lo están haciendo las empresas españolas en los mercados internacionales?

-Hay un gran número de compañías que han sabido reaccionar a la caída de la demanda interna y que se han lanzado a tumba abierta al exterior. Y esta vez no ha sido gracias a una devaluación monetaria, sino con aumentos de la productividad, reducción de costes y mejora de la calidad. España tiene un superávit comercial por primera vez en muchos años, pero no debemos engañarnos: lo tenemos no sólo porque crezcan las exportaciones, sino por la caída de las importaciones, que habían aumentado mucho durante años porque, como teníamos crédito fácil, nos dedicamos a comprar coches de lujo y todo tipo de cosas.

-Esa mejora de la competitividad se cimienta en buena medida en rebajas salariales favorecidas por la reforma laboral. Otros especialistas están alertando de que tal estrategia es insostenible...

-A medio y largo plazo no es suficiente la rebaja de costes laborales si queremos ser un país rico. Tenemos que aumentar la productividad, pero también la creatividad y la innovación. El problema en las crisis es que los gobiernos tienden a rebajar el gasto en formación y en innovación, porque es una partida fácil de recortar. Es algo miope que no contribuye al desarrollo.

-La Comisión Europea rescató esta última semana la propuesta de España vaya más allá con la reforma laboral e impulse el 'contrato único' que usted defendió junto a los demás economistas del 'Manifiesto de los cien'. ¿De qué serviría?.

-Es un tema muy complejo. Es cierto que en España tenemos un problema: desde hace décadas nuestro mercado de trabajo es muy dual, con trabajadores muy protegidos y otros absolutamente desprotegidos. Esa dualidad no favorece la flexibilidad y la capacidad de reacción ante los cambios que necesitan las empresas. No obstante, la reforma laboral ha llegado hasta donde ha llegado y si se sigue profundizando puede más frutos, pero gran parte de su recorrido está agotado. Hay que empezar a cambiar, ir por otros derroteros. Si no se va a tardar mucho en salir de esta crisis y en reducir el desempleo.

-¿Habla de virar de la austeridad hacia los estímulos? ¿Cómo?

-España tiene muy poco margen de maniobra. Estamos acosados por los mercados de crédito y endeudados, como país y como familias y empresas. Así que el estímulo, en todo caso, debería venir del exterior, de la demanda de nuestros productos y servicios. Lo que necesitamos es que las economías europeas excedentarias en Europa, sobre todo la alemana, estimulen, que en lugar de intentar reducir su déficit a cero asuman un cierto déficit.

-Alemania no pasa por ello.

-Precisamente es un país que ahora se puede financiar a tipos de interés reales negativos, pero no sólo no está aumentando su gasto público, sino que además va a equilibrar su presupuesto adelantando el calendario. Hay elecciones en Alemania en septiembre, muy importantes para el futuro de toda Europa, y Merkel quiere mostrar resultados que gusten a sus electores. Al elector alemán le gusta que las cuentas públicas estén en equilibrio, que no haya inflación y que los tipos de interés sean suficientemente altos para lanzar el mensaje al mercado de que no se va a permitir inflación. Justamente las políticas contrarias a las que les convendrían a países como España. Es la tragedia europea: hay una serie de economías en el Norte que tienen unos intereses y unas preferencias sobre cuál debe ser la política a escala comunitaria completamente distintos de lo que necesita el sur.