Eduardo Barrosa ni entiende ni justifica a quienes le han llevado a su actual situación: en paro a los 55 años después de haber estado trabajando desde los 13, tiempo en que fue desde emigrante hasta marino mercante. Llegó al sector naval hace diez años buscando un trabajo que le proporcionara "un sueldo digno, una vida más estable y una jubilación sin problemas".

Empezó en el sector naval de aprendiz y llegó a oficial, "siempre en el mismo grupo de empresas y haciendo muchos esfuerzos porque me tuve que capacitar con un curso que casi me cuesta la salud, porque lo hacía mientras trabajaba y no me daba tiempo ni de comer". Todo para que "ahora, con 55 años te veas en la calle, con el paro agotado y con esta ayuda de los 426 euros, que espero que a mí no me quiten por la edad; pero no sé qué va a pasar".

Su mujer también está en el paro y cobrando el mismo subsidio que él, ahora en el aire. "Estamos desesperados viendo que se vienen abajo todas nuestras esperanzas de una jubilación tranquila", recalca un hombre que niega que la extinción de estas ayudas sea la solución a los problemas económicos del país. "Es una aberración total y no arregla nada; no sé qué van a hacer con casi 5 millones de parados; yo, por mi parte, lo tengo claro; no voy a pedir, si no tengo más remedio robaré y sé bien a quién", explica.

Tampoco ve lógica ni justa la retirada de la ayuda de los 426 euros César Quinteiro, que con 50 años ve "completamente negro" el futuro. En febrero se quedará sin ningún ingreso. Vive solo pero soporta una hipoteca que consumiría completamente la ayuda estatal si su familia no se hiciera cargo de ella. Se quedó en paro después de 20 años como instructor de una autoescuela que cerró cuando ya se adivinaba la crisis, hace tres años. Desde entonces ha buscado un hueco laboral con cursos de escaparatismo o inglés que nunca le han reportado ni siquiera una oferta de trabajo, al tiempo que preparaba y aún prepara unas oposiciones al Concello que no acaban de convocarse. Después de febrero, "ni idea de lo que va a ser de mí, haré lo que haga falta, incluso emigrar", confiesa, antes de cuestionar que la retirada de estas ayudas "vaya a suponer un ahorro tan grande, cuando podrían empezar por recortar en altos cargos o en gastos innecesarios".

Coral Alonso, después de varios años de trabajo con contratos temporales y hasta de autónoma como restauradora de arte –ha trabajado incluso en capillas de las catedrales de Santiago y Tui o en murales de Labra en A Coruña– y hasta de camarera, se ve a sus 47 sin trabajo ni expectativas de él, con el desempleo ya consumido y percibiendo la ayuda de los 426 euros por 11 meses ya improrrogables, que la dejarán a merced de los ingresos de su pareja y su familia.

"Hay mucha gente que merece la ayuda, aunque esos 426 euros no den para subsistir, y me parece mal que la quiten porque aunque las cosas están mal para todos no me parece bien que empiecen por los que menos tienen, los más indefensos".