El fracaso del plan de rescate del motor en EE UU ha colocado a las empresas automovilísticas contra las cuerdas, mientras sus ejecutivos buscan ayer una salida a su desesperada situación económica, que podría venir del Gobierno. La situación más complicada es para General Motors y Chrysler, en tanto que Ford, en una situación más holgada, había anunciado que no iba a hacer uso del plan de rescate del Congreso, que entró en vía muerta en el Senado.

Chrysler, el tercer fabricante estadounidense y que necesita 4.000 millones de dólares para poder sobrevivir durante el primer trimestre del año, está en contacto con el equipo del presidente electo Barack Obama para intentar asegurar futuras ayudas.

Según señaló en su edición electrónica el rotativo "The Detroit News", el presidente de Chrysler, Robert Nardelli, comunicó a sus empleados que está manteniendo "discusiones con el equipo presidencial de transición". Nardelli añadió que "miembros claves de la próxima Administración son conscientes de la importancia de encarar la viabilidad a corto y largo plazo de nuestro sector y compañía".

Y para añadir más presión a la situación, Nardelli aconsejó a todos los empleados de Chrysler, así como sus familiares y amigos, que llamen o envíen correos electrónicos a la Casa Blanca "para expresar su apoyo a una acción inmediata para asistir a la compañía".

Para General Motors, el principal fabricante de automóviles del país, el paquete de ayuda económico rechazado anoche por los republicanos del Senado es aún más acuciante.

La empresa que dirige Rick Wagoner ha señalado que necesita 4.000 millones de dólares de forma urgente para terminar el año. Otros 6.000 millones serán necesarios para garantizar sus operaciones durante el primer trimestre de 2009. Y como anticipo de lo que puede significar para el sector del automóvil en todo el mundo la caída de General Motors, la reducción de la producción en el primer trimestre del próximo año no sólo afecta a factorías en EE UU sino también en México y Canadá.

La Casa Blanca, acorralada tras el fracaso en el Senado, estudia ahora usar parte del paquete de rescate de Wall Street para evitar el derrumbe estrepitoso de los tres grandes fabricantes de automóviles de EE UU. El plan de 14.000 millones de dólares que aprobó la Cámara de Representantes el miércoles pasado para General Motors, Ford y Chrysler, quedó sepultado en el Senado debido a la oposición de los republicanos, que exigían mayores sacrificios a los trabajadores.

La Casa Blanca y los republicanos siempre se opusieron a que el dinero para Detroit saliera del programa de 700.000 millones de dólares para el sector financiero, conocido por su sigla en inglés como "TARP". Pero todo parece indicar que, con la pelota en su cancha, la Casa Blanca, ha cedido a las presiones y ahora considera "otras opciones, incluso el uso de los fondos del TARP".