- Deja el cargo con el Ourense en crisis, como casi siempre.

- Exceptuando mi primer año, en el que se cobraba de manera puntual a pesar de que las circunstancias económicas eran si cabe peores, la tónica es que el club esté en el filo de la navaja. Y este año fue la gota que colmó el vaso.

- ¿Qué solución se le ocurre para cortar esta espiral?

- Es una solución complicada porque se le debe mucho dinero a la Administración. Pasaría por llegar a un acuerdo beneficioso para ambas partes. Que el club pague, pero intentando que se flexibilice la situación, y después hacer un plan serio de viabilidad. Los ingresos que tiene el club invitan al optimismo, pero si las cuentas se hacen muy ajustadas a la realidad.

- ¿A costa de perder gancho deportivo?

- Llegados a este punto, con el agua al cuello, tienes que pensar, o el club o el equipo. La afición quiere que se gane pero si expones pormenorizamente la verdad y se le hace entender que el objetivo ahora mismo es salvar el club, creo humildemente que se acabará entendiendo. Es que además no hay otra.

- Los impagos complican mucho la vida del club y de sus empleados.

- Este año las pasé canutas. El problema del Ourense es que los impagos son sistemáticos y somos siempre los mismos los que lo pasamos mal.

- Y han desatado un enfrentamiento sin precedentes.

- Estuve muy volcado con el consejo porque venía de hacer un buen trabajo el año anterior. Vi que se podían hacer cosas, pero se torció todo. Va con el cargo, pero me cayeron algunas que no eran mías, por parte de jugadores y de otros. El año ha sido extremadamente complicado porque había mucha gente de fuera y hay que ponerse en su piel, con alquileres, familia...

- ¿Por qué no firmó la petición de dimisión del consejo?

- Porque consideré que no llevaba a ningún lado, y de hecho no llevó a ningún lado. Además, no soy nadie para solicitar la dimisión de un miembro del consejo de administración. Para eso están los accionistas. Lo que no significa que me posicionara de parte del consejo. No justifico la situación en la que nos encontramos ni le reprocho nada a la plantilla, porque se han portado. Un colectivo cuando está sometido a tanta tensión puede salir por cualquier lado.

- ¿Qué ha pesado en su decisión de dejarlo en este momento?

- Han sido muchos kilómetros y mucha tensión. Y todo desgasta.

- ¿Llevaba tiempo pensando que ésta sería su última temporada como delegado del Ourense?

- Los dos últimos años fueron excesivamente complicados. Por todo. Se juntaron demasiadas cosas. Ahora mismo, aparte de ser empleado del club, estoy haciendo esa función a mayores y, cuando hago lo que sea, aunque me equivoque o no lo haga bien, me gusta volcarme lo máximo posible. Y lo cierto es que en la situación en que nos encontramos, ahora no se puede estar siete días a la semana y 24 horas al día hablando de lo mismo, preocupándote de lo mismo y viviendo lo mismo. Necesitas salir y creo que ha llegado el momento porque ahora mismo hay una tensión que tampoco es normal.

- En diez años también tendría sus satisfacciones.

- El 99 % de los momentos que viví como delegado son excepcionales, pero ese 1 % está ahí.

- ¿Con qué personas se queda de las que han pasado por el Ourense en su etapa?

- En algunos casos tengo relación de amistad, tanto con gente que está aquí en Ourense como con otros que por motivos deportivos ya no se encuentran en la ciudad. Todavía estuve comiendo recientemente con Raúl Lozano. El año que estuvo aquí fue para olvidar, pero hicimos amistad. A nadie se le escapa que soy amigo de algunos jugadores o hablo frecuentemente con otros. Un jugador que pasó por el Ourense me enseñó que cuando se deja el fútbol tienes que quedarte con que un día coges el coche para marcharte a donde sea y que en ese donde sea haya una persona con la que has tratado en el mundo del fútbol y puedas llamarla y tomar un café. Y creo que lo he conseguido.

- ¿Lo ha pasado mal particularmente con alguien?

- En un colectivo, a la gente no la eliges, pero no me he llevado mal con ningún jugador. Debido a mis funciones no puedes discriminar a nadie te lleves mejor o peor. En el fondo son compañeros de trabajo. He tenido una relación muy buena con Milo Abelleira, que ha sido un gran entrenador para el Ourense al que por circunstancias varias se le torcieron las cosas, o con Teixidó o Antonio Gómez, con los que no era el delegado pero que como personas me parecen extraordinarias. Creo que tengo un carácter con el que me es fácil llevarme bien con todo el mundo, pero es verdad que con Patxi Salinas, por ejemplo, no llegamos a congeniar y la relación se redujo a lo más mínimo, algo que fue público y notorio.

- ¿Qué ha sido lo más peculiar que le ha tocado hacer?

- Pues desde pasarle la grada con un Chrysler Neon que tuve hace años al campo de Salesianos cuando era de tierra hasta llevar al hospital a Rubén Durán con un ataque de apendicitis o cruzar la ciudad a 180 dando luces y pitando con Aitor Fresán. Había tenido una reacción alérgica a un medicamento y se le llenó el cuerpo de ampollas. Se había desmayado y le daban espasmos. Fue una situación muy complicada.

- Para sufrimiento, los viajes a Canarias a partir del estreno de la Terminal 4 de Barajas.

- Una vez en Fuerteventura, Pablo López había tenido una infección en los ojos y el centro de salud estaba a no sé cuantos kilómetros. No veía nada y tuvimos que ir en taxi. Y con la terminal nueva, aquel año con Canarias fue una odisea con las pérdidas del equipaje y los cambios de horario de los partidos. En el famoso partido contra Las Palmas que se tenía que jugar a las doce y se jugó a las nueve de la noche, tuve que hablar en Madrid con el jefe de vuelos de Iberia y al final se marcharon cinco jugadores en un avión, cuatro en otro, los técnicos en otro. Llegué al hotel a las siete y pico de la mañana. Los baúles no aparecían. Estuvimos ocho horas en la T-4.

- Algún susto también se habrá llevado en el asfalto.

- Que yo recuerde, solo nos quedamos tirados dos veces. Un año, cuando íbamos a jugar contra el Coruxo, se quemó el motor del autobús en A Cañiza y tuvimos la suerte de que pasaba el Choco, nos paró y nos fuimos con ellos. Se portaron tan bien que primero nos dejaron a nosotros en O Vao y después se fueron para Redondela. Y el año pasado, yendo hacia Madrid, llovía lo que no está en los escritos y se averiaron los limpiaparabrisas, pero fue cuestión de media hora.

- Con tanto trato con los árbitros, ¿qué concepto tiene del arbitraje y de su relación con el Ourense?

- En líneas generales solo puedo hablar bien de los árbitros. Siempre pongo el mismo ejemplo: el Ourense está en Segunda B y los árbitros son de Segunda B, por lo tanto cometen errores de la categoría en la que están. Estoy convencido de que ningún árbitro hace cosas raras con mala fe y solamente puedo tener queja de un árbitro, que nos pitó este año precisamente. Sí es verdad que en el año de Manolo Tomé, al que le tengo un cariño muy especial porque es una grandísima persona, se le fue el tema de las manos con las declaraciones, y se lo dije a él además. Hubo muchos fallos que después conseguimos cambiar con recursos, pero el comité le había llegado a abrir diligencias, que fue la única vez en la historia que nos pasó eso.

- ¿Qué recomendación le hace a su sucesor?

- Que no se olvide de que está representando a Club Deportivo Ourense. No está representando ni al equipo, ni al presidente, ni al entrenador ni a un jugador. Teniendo eso claro, lo demás va rodado.