Finalizado el partido, Milucho analizaba con carácter crítico los restos de una victoria sin paliativos. "Hubo unos minutos en los que nos atascamos contra el 5-1. Las piernas no nos respondían como debían", manifestaba quejumbroso un hombre cuya misión va más allá de ganar a los coruñeses. El técnico del Embutidos Lalinense trabaja con la intención de preparar a su equipo para una batalla que no se libraba ayer en el Lalín Arena, sino en un futuro escenario al que deben llegar en las mejores condiciones posibles.

Para el técnico, ese objetivo se cumple superando pequeños retos y aprendiendo de aquello que los hace débiles. El OAR puso a prueba su solidez como ningún otro equipo lo hizo hasta ahora. Los coruñeses no tienen el balonmano de otros pero sí que saben llevar el partido a su terreno y mantenerse siempre en la pelea creando una tragedia de cada uno de sus ataques. Ante eso, al Lalinense le tocó mostrar su concentración.

Fuera de artificios, los rojinegros eran muy superiores a su rival y lo mostraron con un partido muy serio en defensa, que completó una gran actuación de Durán bajo palos. Con esa base, a los de Milucho se les ilumina la cara, finalizando al carnicería con 20 de sus 32 goles en transiciones. Ante esta avalancha, al OAR no le quedó otra que esperar su momento. Desde el ecuador de la primera parte los locales abrieron una pequeña brecha que se hizo casi imposible de superar tras la reanudación, con un parcial inicial a su favor de 8-2 que dejó el choque sentenciado.

Mientras el Embutidos Lalinense disfrutaba su victoria, Milucho se marchaba a casa digiriendo aquello que aprendieron y que todavía deben aprender. "No podemos permitirnos ningún bajón", sentencia abrazándose a la lógica. "Debemos seguir ganando pero también debemos mejorar en los detalles. Eso será lo que nos hará más fuertes para cuando nos volvamos a enfrentar a los dos primeros", añade. Esa será su batalla final. La del OAR, solo fue una prueba más.